¿Posesiones espirituales o aspectos emocionales? ¡Tú decides!
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 24/09/2011 09:54:15
Traducción de Teresa - [email protected]
EMDR – Cura Emocional a máxima velocidad
Ana María acude al consultorio por indicación de un médico con quien se encontró en un congreso. De inmediato, destaca dificultades identificadas aún en edad muy precoz, cuando mal había cumplido los 6 años de vida. De las terapias anteriormente realizadas no obtuvo resultados satisfactorios para sus inquietudes.
La invito a hablar sobre la cuestión que la ha traído y a confiar en aquello que brotase de su mente durante los momentos subsiguientes, sin juzgar nada. Cuando buscamos la cura emocional, nuestro inconsciente pasa a elegir, por asociación libre, una serie de pensamientos y recuerdos que tengan relación directa con la situación de conflicto, por más incoherentemente que a veces puedan presentarse.
Ana María refiere compulsión por ingerir el contenido de los botes de leche condensada. Teme perder el control, y como resultado, aparte del exceso de peso, por ahora tolerable, el posible desarrollo de una diabetes. Esto es lo que cree y su mayor temor.
Al perder a su padre muy pronto, su madre, preocupada por su constante tristeza, decide llevarla a una psicóloga. Recuerda: todo empezó en la sala de espera, cuando vio a una chavalita, aparentemente de la misma edad que ella tenía entonces. En aquel momento, observó a la madre de la chavalita intentando darle a ésta el contenido de un vasito de café. La madre insistía en alimentar a la chiquilla, argumentando que estaba delgadita y desnutrida. La madre dice que es leche condensada, ofreciéndola a Ana María. A partir de ese instante mágico, Ana María recuerda haber sentido un placer indescriptible al probar el dulce. Así, el estado anterior de tristeza y el malestar por hallarse en aquel lugar se esfumaron inesperadamente.
Después, sin que pueda precisar bien el tiempo, Ana María pide a su madre que le dé de aquello que tomaba la niña en la sala de la psicóloga. A partir de entonces Ana María entra en una rueda alucinada de deseos de leche condensada, ingiriendo botes y más botes. Organiza en su mente estrategias para ocultarlos y después los toma a escondidas. En angustia frenética entre el deseo, la compulsión, el sentimiento de culpa y los pensamientos negativos torturadores sobre las posibilidades de enfermar, añadidos a los delirantes pensamientos determinados a olvidarlo todo por momentos y sucumbir a la voracidad compulsiva.
Le pregunto cómo se sentía, antes, durante y después. Revela que era como si no fuese ella, se cegaba totalmente, y solo después de haber comido caía en sí, sintiéndose culpable. Estaba en un círculo vicioso de conducta y reacción emocional que la torturaba continuamente. Deseaba poner fin a todo eso, pero a sus 35 años dudaba de conseguirlo.
Le hice preguntas necesarias, sobre su infancia, su vida, proyectos futuros y momento actual; y así evalué si Ana María podría someterse al tratamiento con la EMDR. Algunas ponderaciones relativas a toda su vida y a su momento actual se produjeron, aparte de algunas percepciones interiores que le sobrevinieron. Esto es importante, porque la EMDR debe iniciarse tras un previo conocimiento y cierta empatía entre terapeuta y paciente.
Su escena de impacto elegida fue la del consultorio, donde cree Ana María que ha empezado todo. Durante el reprocesamiento de EMDR, como siempre, a causa de las reacciones en los hemisferios cerebrales, añadidas al protocolo de procedimiento, innumerables imágenes, pensamientos, sensaciones y recuerdos la acometieron. Varias secuencias ciertamente importantes la ayudaron a llegar a donde llegó.
Mi propósito es exponer algo contundente ocurrido durante este reprocesamiento, verdadero divisor de aguas para la cura de la paciente.
Después de un buen tiempo con la sesión y, exactamente cuando yo estaba a punto de terminar la EMDR por entenderla finalizada, Ana me pide que espere y se queda en silencio. A continuación, repentinamente, y algo asustada pregunta en alto: ¿Qué es lo que quieres? Y continúa en un diálogo invisible… Mira, estás enfermo, ahora puedo verte, creía que era yo, pero no era solo yo… Me acuerdo… Aquél día en el consultorio tú rondabas por allí… ¡Ahora lo veo todo! Ya no soy útil para ti… Ya me he curado, estoy en paz ahora, ven, voy a ayudarte, vamos a buscar protección para ti, veo que estás enfermo y sufriendo.
Pide ayuda y dice ver que hay personas esperándolo para auxiliarlo. Le dice que puede confiar, que todo está bien y continúa: mira, yo ya no voy a servirte, ahora tienes que ponerte a tratamiento, es hora de que vayas… Estás libre, ve a cuidarte, yo estoy libre también. Necesitas del auxilio de estos…
Ella llora y dice que siente compasión por aquel ser que se está marchando y se despide… Terminamos la sesión. Ana se dice feliz, aunque muy cansada…
Revela que todo ocurrió espontáneamente, sin premeditación alguna. Confiesa que es difícil de creer todo lo que ha visto y hecho durante la sesión, pero siente que ha ocurrido algo muy grave, y se siente más ligera.
En este momento, de nada serviría un análisis frío y tendencioso. Lo que ocurrió en la sesión es el hecho. Y es cierto que nos hemos quedado con muchos interrogantes.
Resultados: A la semana siguiente, Ana María cuenta que ante su perplejidad, no tuvo nada relativo a su compulsión. En la otra semana, habló sobre el deseo de ingerir leche condensada, pero no sucumbió y, a partir de la tercera semana, Ana María se convierte en otra persona; mejor dicho, es ella misma. ¡Libre de compulsiones y repleta de energía para concretizar sus proyectos de vida!
¿Qué ocurrió, a fin de cuentas, durante la EMDR? ¿Desposesión espiritual? ¿Reprocesamiento de aspectos emocionales? Sea lo que fuere, lo que sabemos es que su tiempo neurológico de absorción total de su curación fueron tres semanas. En su reprocesamiento, todo ocurrió dentro de lo que se espera en EMDR, hasta llegar al grado de perturbación cero. Se verificaron situaciones relativas a sus aspectos emocionales, a sus recuerdos, etc. Pero somos una cajita de sorpresas y ¡qué bueno que todos estos aspectos de Ana María colaboraron en la realización eficiente de la EMDR y, por consiguiente, en su curación emocional a máxima velocidad!