¿QUÉ ES KARMA?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 02/09/2012 09:25:07
por Carmem Farage - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Se habla mucho sobre el karma. Esa palabra, que antes quedaba restringida a círculos religiosos y filosóficos, está definitivamente en el vocabulario de nuestra civilización. En sánscrito, “karmam”, está el origen del término, al cual algunos asocian el significado de destino inmutable.
Karma es una acumulación de vínculos entre espíritus, vínculos que han sido creados a través de muchas existencias, en función de la atracción y de la aversión. Está considerado también como el producto de la ley de causa y efecto, que se destina a perfeccionar cada espíritu.
Cuando se dice que es una acumulación, hay que entender que el karma está compuesto por diversas situaciones, que han ido originando un conjunto energético intenso, grabado en el espíritu y en el periespíritu. Esa acumulación es como una herencia legada por el alma al hombre que la posee, siendo algo que tiene existencia real y se presenta durante la vida humana bajo muchos y variados aspectos.
El factor cumulativo del karma no le hace ser presentado a cada persona de una sola vez. La naturaleza del karma que tiene por objeto la corrección de las acumulaciones negativas, hace que cada espíritu tenga la oportunidad de, poco a poco, entrar en contacto con los lazos kármicos, es decir, el karma no descarga sobre alguien con todos sus múltiples vínculos al mismo tiempo. Y por eso ocurre que la mayoría de la gente no percibe todas las situaciones kármicas en una sola vida. Del mismo modo que las acumulaciones han tenido muchas vidas para hacerse efectivas, su eliminación podrá consumir varias vidas.
Cuando hablamos de lazos o vínculos kármicos, tenemos que imaginar dos almas atadas por una atracción o aversión. Los factores atractivos (o de repulsa) fueron vivenciados con intensidad tal, que han grabado en el espíritu una agresión, cuya marca arrastra el periespíritu. Al nacer el hombre traerá consigo esa acumulación, recibida del espíritu que en él está encarnado.
Visto como resultado de la ley de causa y efecto, el karma tiene un sentido grave de que el hombre va a recibir exactamente aquello que dio. Todo acto, pensamiento o palabra de baja calidad queda grabado en el alma y en el periespíritu, creando una masa compuesta de fluidos extremadamente negativos. El peso de esa masa debe ser expurgado a través del cuerpo físico, pasando el hombre por sufrimientos de igual intensidad, o incluso de igual calidad, que los que impuso a su semejante.
La purificación kármica, que tiene por objeto la eliminación de la masa fluídica compuesta por la negatividad acumulada, se verifica de varia maneras, pudiendo manifestarse, por ejemplo, como una relación problemática, pero pudiendo también presentarse como causa de una enfermedad mental o física, en la incapacidad para ganar dinero, o en la sexualidad mal orientada. Sea cual fuere el origen de las acumulaciones kármicas, su eliminación se verifica siempre por medio del dolor.
Nuestra idea de las depuraciones espirituales provenientes de la quema del karma no es, pese a todo, determinista. Es justa y sabia ley que cada cual coseche lo que ha plantado, pero creemos que siempre es posible empezar a trabajar el karma de modo positivo y liberador, en vez de tan solo padecer los resultados. Con el empleo de la razón y del libre albedrío, cualquier situación kármica podrá ser modificada. Todo karma es eliminado por la acción del hombre determinado a hacerlo.
El karma tampoco debe ser visto como un juicio divino de los actos humanos, cuyas consecuencias agradables o dolorosas son proporcionadas al hombre por Dios. El karma es de exclusiva responsabilidad personal. Dios no tiene nada que ver con las actitudes que generan karma; todo lo contrario, los errores causantes de acumulaciones kármicas solo alejan al hombre de su naturaleza divina, apartándolo de Dios.
Las situaciones kármicas existen para el aprendizaje. Las circunstancias kármicas no pueden dominarnos, pero sirven, eso sí, como manera de aprender a vivir mejor. Oriundas de actos de la vida presente o de vidas pasadas, las buenas o malas condiciones de la existencia no tienen otra finalidad más que la de dar lecciones al espíritu, ayudándole a desarrollarse. Toda enfermedad, cualquier clase de padecimiento, todas las circunstancias adversas o desdichadas son consecuencia de una acumulación kármica pesada.
La infelicidad originada por el karma es exactamente proporcional a la importancia de la lección que deberá ser aprendida. Una condición pesada muy ardua corresponde siempre, por lo tanto, a la oportunidad de llevar a cabo un gran aprendizaje. Y siempre que se aprende una lección kármica se produce la condición de restablecer la armonía en la vida presente. Por eso decimos que es posible quemar en esta existencia una situación de karma y volver a ser feliz.
El karma puede ser visto como la distancia que nos separa de Dios. Imagínese que creamos un atolladero o un abismo al alejarnos de las verdades divinas que deberían guiarnos, quedando sumergidos en la ilusión creada por nuestra mente confusa. Ese foso nos impide contemplar la realidad de Dios y su plan de felicidad para nosotros.
Para cerrar nuestra reflexión de hoy, es preciso que nos acordemos siempre de que nuestra civilización tiene el apoyo de Cristo para liberarse de su karma, pues él aceptó para sí el karma de la humanidad por medio de su sacrificio en la cruz. La belleza de ese acto de amor debe ser imitada por todo aquel que considera muy pesado su propio karma. Amparado por el amor de Jesús hacia nosotros, ningún ser humano, por sufriente que sea, podrá considerarse incapaz de hacer algo por sí y por la humanidad, por muy malo que considere su karma.