Recibir y Exigir
por Simone Arrojo em STUM WORLDAtualizado em 17/01/2015 10:31:30
Traducción de Teresa - [email protected]
La orden del amor entre padres e hijos envuelve todavía un cuarto elemento. Los padres son grandes, los hijos pequeños. Así, lo correcto es que los padres den y los hijos reciban. Por el hecho de recibir tanto, el hijo siente la necesidad de pagar. Difícilmente lo soportamos cuando recibimos algo sin dar nada a cambio. Sin embargo, en relación a nuestros padres, nunca podemos compensar. Ellos siempre nos dan mucho más de lo que podemos retribuir.
Algunos hijos quieren escapar a la presión de retribuir y de los sentimientos de obligación o de culpa. Dicen entonces: “Prefiero no recibir nada, así no siento obligación ni culpa”. Estos hijos se cierran a sus padres y, en esa misma medida, se sienten pobres y vacíos. Pertenece a la orden del amor que los hijos digan: “Yo recibo todo con amor”. Así, ellos irradian contentamiento a sus padres, y éstos perciben la felicidad de ellos. Esta es una forma de recibir que constituye simultáneamente una compensación, porque los padres se sienten respetados por ese recibir con amor. Ellos dan, entonces, con más gusto aún.
En cambio, cuando los hijos dicen: “Tenéis que darme más”, el corazón de los padres se cierra. A causa de la exigencia del hijo, ellos ya no pueden colmarlo de amor. Este es el efecto de tales reivindicaciones. Ese hijo, a su vez, incluso cuando recibe algo, no es capaz de tomar lo que ha exigido.
El Grupo Familiar
Y sin embargo, nuestra vinculación no se limita a los padres. Pertenecemos también a un grupo familiar, a una estirpe, a un sistema mayor. El grupo familiar se comporta como si estuviese dirigido por una instancia común y superior. Es comparable a una bandada de pájaros que van en formación. De repente, todos mudan la dirección del vuelo, como si hubiesen sido impelidos por una fuerza superior común.
En el grupo familiar, esa instancia superior actúa casi como un comando (Gewissen) interior compartido por todos, que actúa de modo ampliamente inconsciente.
Reconocemos las órdenes a que obedece por los buenos efectos de su observancia y por los malos efectos de su violación.