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Resistencia a la curación

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 15/08/2012 04:53:22


por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El dolor nos lleva a buscar la curación. Cuando estamos en el dolor, todo es válido y "lo aceptamos todo" para sacarnos del sufrimiento, estamos tan desesperados que todo lo que de verdad deseamos es el alivio de ese dolor extremo.

Pero si hemos llegado a ese punto de dolor tan intenso, significa que durante muchos años de nuestra vida hemos estado escapándonos a enfrentarnos a las cuestiones relativas al dolor, significa que siempre, en situaciones que nos han llevado al dolor, hemos hecho de todo para huir, para negar el dolor, tratando de situarlo allá en el fondo de nuestro inconsciente, para intentar no sentirlo. Hemos ido acumulando el dolor del miedo, de la ira, del resentimiento, del rechazo, de la insatisfacción, en fin, hemos acumulado una "tonelada" de sentimientos no sentidos, negados, rechazados e ocultados dentro de nosotros.

Hemos ido anestesiándonos para no sentir nunca el dolor que todos esos sentimientos y sus significados nos causaban. Pero, como en todo caso de dolor, cuánto más anestésicos utilizamos, más tolerancia desarrollamos frente a ellos, y esto hace que necesitemos dosis cada vez más elevadas para no sentir absolutamente nada. Nos hacemos tan sensibles e intolerantes a cualquier mínima condición de dolor, que nos ponemos a buscar las más variadas formas de anestesiarnos para no sentir ese dolor. Una de esas formas es crearnos varios tipos de confusiones y problemas, con el fin de ocuparnos mentalmente de estos conflictos, de la búsqueda de soluciones, sin desear realmente solucionarlos, haciéndonos estar irritados y mentalmente desequilibrados, desviando así el dolor de los sentimientos hacia la incómoda confusión mental.

El dolor que se manifiesta solo quiere que lo contemplemos, solo quiere ser padecido para comunicarnos los motivos que están por detrás de él esperando a ser comprendidos, iluminados y transformados. Pero como no hemos aprendido a lidiar con la realidad, negamos esa petición del dolor y, por no saber decir que no al dolor sin padecerlo, se hace conveniente crearnos problemas para ocuparnos, alejándonos de ese dolor.

Y así hacemos, todo el tiempo, inconscientemente. Todo cuanto deseamos es no sentir nada. No obstante, aunque esos recursos de defensa hayan sido creados por el ego, esto se ha vuelto muy conveniente en términos espirituales por algún motivo que no viene al caso, todas esas estrategias que hemos creado para alejarnos del dolor tienen un sentido espiritual para nosotros, e incluso se hacen "necesarias". No obstante, llega un momento en que ya no es preciso vivir huyendo, no solo del dolor, sino de lo que éste oculta, de todo lo que está allí, referente a él, y que se nos ha venido ocultando durante toda nuestra vida. Espiritualmente, esa es la "mejor forma" que se encuentra para que vivamos de determinada manera, hasta un punto de saturación, para que, a partir de ese momento, lleguemos a "estallar", sacando a flote no solo el dolor y todos los sentimientos reprimidos y negados, sino las cuestiones, de esta y de otras vidas que están relacionadas con aquel torbellino de sentimientos, emociones y sensaciones que se han adueñado de nosotros. Subrayo que esto no significa que vayamos a estar liberando todos nuestros contenidos y cuestiones, sino que en cada momento estaremos liberando aquello que está listo para ser liberado y trabajado, para ser iluminado.

Desgraciadamente, a menudo es preciso llegar hasta ese punto de saturación, en una dosis excesiva de nuestros contenidos no resueltos, que empiezan palpitando hasta que estallan de forma intensa. Y solo en este punto, cuando el dolor es extremo, es cuando buscamos de veras recursos para librarnos de aquello que hemos venido ocultando a nosotros mismos, para finalmente curarnos.

Y así, cada uno de nosotros encontramos cierto tipo de recursos adecuados para reponernos y sanarnos. Todo cuanto deseamos de verdad es la curación. Y así continuamos. Cualquiera que sea el proceso en que nos hayamos adentrado para ese fin (desde seguir las indicaciones de un libro de auto-ayuda, hasta procesos terapéuticos intensos), llega un momento en que la sanación empieza a intensificarse y a manifestarse de forma más clara.

Empezamos a sentirnos libres, ligeros, tranquilos, nuestra mente se vuelve más clara, percibimos la fuerza de nuestra alma pulsando en nosotros, indicándonos que ahora solo hay que continuar en ese camino para que otros muchos "estallidos" se presenten, pero que ya no es preciso alarmarnos ni huir, sino dejar que todo ocurra, a fin de exponer lo que está oculto, siempre acogiendo y aceptando toda y cualquier manifestación de nuestro ser; y así, inevitablemente, la sanación se irá manifestando en cada aspecto de nuestra vida. Esa es la trayectoria que es preciso aceptar.

Sin embargo, en el momento en que la curación comienza a manifestarse dentro de aquel "contexto enfermo" en nosotros, algo ocurre: la curación comienza a incomodarnos, no nos gusta la sensación que la curación nos trae, ella nos inquieta y nos mueve en el sentido de buscar y encontrar los cambios que tanto deseamos. La vida nos pone frente a un momento en que podemos al fin crear nuestra realidad a partir de los anhelos de nuestra alma. Esto es al mismo tiempo maravilloso y aterrador. El ego no soporta percibirse frente a posibilidades de cambios y de nuevos recursos, no le agrada tener que crearlo "todo de nuevo en su defensa". Pero aquí está el error: el ego solo piensa en cosas malas, en el mal, en la destrucción, él se ha programado para tan solo creer en lo peor y por ello ha creado todas sus estrategias de sobrevivencia en el pasado.

Ahora, ante las posibilidades de cambios reales, saliendo del atolladero de la insatisfacción, con la curación produciéndose dentro de nosotros, con la voluntad divina expresándose en nosotros, el ego teme lo que está por venir y se siente indefenso frente a las nuevas circunstancias. Esto le hace resistirse a la sanación, pues prefiere el estado de dolencia, en el cual "sabía" qué y cómo hacer. No desea estar enfermo, quiere mantener la dolencia sin ser afectado por el dolor que ésta trae y los maleficios que contiene. Él no quiere la curación, esta desconocida lo aterra, y prefiere ocultarse en la enfermedad antes que tener que abrirse para la curación. La curación, en la forma en que el ego la busca y desea, lo es solo en el sentido de alivio del dolor y "limpieza" de los problemas que él mismo ha creado. Como no es capaz de obtener esto, entonces, prefiere deshacerse de la curación. Y vuelve al estado de enfermedad, y a sentir todos sus maleficios y dolores.gnorante, empieza a rebelarse contra aquello o aquellos que él ha buscado para la curación, acusa a todos de su mal y se enfurece hasta contra aquel que más le ha apoyado, pues se siente traicionado, ha "dejado claro" ante "su curador" (la vida) que quería el alivio en la falsa curación y no en la curación verdadera. Su indignación se revela en este sentido: Y ahora, ¿qué hago con este poder que la curación me da? ¿Qué hago para usar esta energía que se está acumulando en mí? Si el "curador" puede, le dirá: acepta y deja fluir, ahora la curación se ha manifestado y vas a recibir más energía, y esa energía ya no podrás deshacerte de ella como haces siempre; ahora deberás emplearla, con la sabiduría y discernimiento que la propia curación trae consigo, aparte de los recursos, dones y poderes que estaban ocultos en ti por detrás de la enfermedad. Ahora has de "emplear" sí o sí la curación, los poderes y los dones. ¡No hay vuelta! Emplea la luz que está manifestándose a través de ti y deja fluir, sigue el impulso.


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