Saliendo de relaciones abusivas
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 22/07/2015 09:07:53
Traducción de Teresa - [email protected]
Tengo un recuerdo de mi primera infancia que me muestra cuán suelta me han criado… Quizá “un poco abandonada” fuese la palabra adecuada. Recuerdo horas y más horas, siendo aún muy pequeña, deambulando sola por el club que frecuentaba toda la familia. Ciertamente mis padres consideraban seguro aquel lugar, y por lo tanto, mientras jugaban a las cartas con sus amigos, me dejaban “suelta” para hacer lo que me pareciese mejor.
Con 6 o 7 años, bien participaba en algún deporte colectivo, bien deambulaba por allí, otras veces jugaba con algunos críos en el parque infantil. Recuerdo las sensaciones que tenía en aquella época. Frecuentemente me percibía demasiado suelta durante un tiempo demasiado largo, yo era muy pequeña y sin que mis padres estuviesen por cerca. Los sentimientos de desazón, no muy claros para mí en aquella época, pero que hoy entiendo como soledad, abandono y desamparo, eran mis compañeros más frecuentes. Me acuerdo de haber incontables veces recorrido desesperadamente el club en busca de mis padres, cuando éstos salían del lugar de referencia y no me avisaban. A menudo yo tenía hambre, sed o simplemente deseaba descansar a su lado. Pero ellos estaban demasiado ocupados, entretenidos en sus vidas sociales, en sus interminables chácharas…
He crecido aprendiendo a tener que valerme por mí misma y considero que bastante antes del tiempo en que de verdad los niños suelen arreglárselas solos. Elegía mis propios deportes, salía de casa y permanecía horas y horas en casa de vecinos, hasta que yo misma decidía volver a mi casa, aunque mi madre estuviese allí con sus quehaceres y me diese atención cuando la pedía. Me orientaba dentro de casa con los horarios, la higiene y la organización.
Cuando yo tenía 14 años, pasamos unas vacaciones en la playa y, en cierta ocasión, estuve en el bajo del edificio donde nos alojábamos, charlando con algunos niños, hasta que en cierto momento nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores. Esos chicos, lo mismo que yo, también estaban de vacaciones con sus padres y, como eran apartamentos alquilados, nadie se conocía de antes.
Pasado cierto tiempo, volví para casa y con gran sorpresa mía, por primera vez en mi vida, me deparé con mi madre bastante nerviosa conmigo. Ella chillaba descontroladamente y, en su ira, llegó a tirarme de la oreja y a pellizcarme. Gritaba diciendo que yo no le había avisado a dónde y con quién había salido y que ella no conocía a ninguna de las personas con quienes yo estaba y además que había tardado mucho en regresar.
Me quedé totalmente paralizada y perpleja con su actitud y tampoco entendía por qué tendría que haber procedido de pronto de un modo diferente del habitual. Nadie nunca me había explicado los posibles peligros de salir con “extraños”. Hasta aquel momento fatídico, yo siempre había sacado mis propias conclusiones sobre cómo debería funcionar, conforme a las actitudes de mis padres para conmigo. No tenía la menor idea de que podrían darse situaciones diferentes de lo que había aprendido. Al final, me sentí muy triste y culpable, creyéndome una mala persona, que había hecho algo muy malo y que quizá mereciese tales pellizcos.
Vengo a la terapia para reprocesar una serie de abusos emocionales que he pasado a lo largo de mi vida. Difícilmente lograba imponer mi negativa. Mi “esto no me está haciendo bien”. Mi “aquí es mi limite, esta es tu línea roja, por favor no pases de aquí para dentro”.
El anterior relato muestra lo que ocurrió en mi modo de funcionar a partir de aquel momento y cómo fue un divisor de aguas moldeando gran parte de mis conductas.
Durante la terapia de reprocesado cerebral en EMDR, descubrí que mi madre estaba desesperada por el miedo y por su propia falta de responsabilidad al haberme dejado suelta y de que yo eventualmente hubiese podido pasar algún peligro mayor. Por no ser capaz de lidiar con esos sentimientos difíciles, inconscientemente, proyectó toda su culpa en mí. Yo era la culpable de a los 12 años de edad haber sido irresponsable, aun no habiendo tenido jamás cualquier tipo de diálogo con mis padres y cero orientaciones en ese orden.
El hecho es que para proteger a mi madre, teniendo una buena madre internalizada, preferí asumir su culpa, o sea, asumirla por ella. El problema es que como aquel día se configuró como algo bastante aterrador y traumático, fue como si hubiese caído el disyuntor y todas las luces dentro de mí de pronto hubiesen sido apagadas… A continuación, cuando todo se iluminó nuevamente, salí de esa historia considerando que los errores de otros, o sus abusos, siempre eran culpa mía y que yo debía hacer de todo por agradar a las otras personas, incluso a las malas; a fin de cuentas, yo podría hacer que se enfadasen mucho conmigo, siendo mala persona y además corriendo el riesgo de no ser amada y de quedar en el desamparo y en la soledad tan conocida y tantas veces sentida…
A lo largo de mi vida me he hecho demasiado daño por culpa de esa creencia distorsionada de la realidad. Además de todo eso, la angustia y el miedo a la soledad, al desamparo y al desamor, frecuentemente me sobrevenían cuando yo no era la buenecita… Con el proceso terapéutico, finalmente, me he liberado y he podido colocar mi agresividad de modo sano y sin miedo. Separarme en definitiva de lo que es lesivo y ser mi mejor amiga.
**Relato de una paciente totalmente recuperada de relaciones abusivas.
