Ser espontáneo delante de la muerte
por Bel Cesar em STUM WORLDAtualizado em 08/12/2004 19:37:07
Traducción de Melissa Park - [email protected]
En general, a pesar de tener la necesidad de expresarnos sin reservas, nos bloqueamos: tenemos miedo de no ser aceptados como somos. Principalmente delante de la muerte, las personas no acostumbran decir lo que quieren o pretenden, y las que están cerca de ellas igualmente no saben que decir o hacer.
Si un día yo necesitase resumir en una frase el objetivo del trabajo psicoterapéutico, diría que es: “Rescatar la espontaneidad, para generar un afecto genuino, capaz de expresar lo más puro que tenemos en nuestro interior”.
Ser espontáneo es tener empatía por sí mismo: un sentimiento genuino de sentir placer por generar algo positivo en nuestro interior.
El hábito de auto-criticarnos y desvalorizarnos desencadena la pérdida de la espontaneidad. Toda enfermedad comienza con la pérdida de la espontaneidad, pues cuando nos negamos, paralizamos y cristalizamos algo dentro de nosotros, que posteriormente se manifestará como una enfermedad crónica.
Chögyam Trungpa escribe en su libro Shambala (Ed. Cultrix): “En un nivel más sutil, usamos los padrones habituales para esconder la falta de espontaneidad. Cuando nos sentimos incapaces, mal-adaptados a una situación, adoptamos un padrón habitual como respuesta, para reservar nuestra auto-imagen: inventamos disculpas para proteger nuestra incapacidad frente a las otras personas. Nuestras respuestas emocionales padronizadas son, con frecuencia, reflejos de tendencias habituales, tanto como cansancio mental, inquietud, irritación con las cosas que no nos gustan, además de buena parte de nuestros deseos. Recurrimos a los hábitos para protegernos y fortalecernos”.
Por lo tanto, el primer paso para atender la necesidad de ser espontáneo es liberarse de cualquier expectativa y relajarse para generar un ambiente descontraído y auténtico. Frases rápidas, preguntas superfluas generan más incomodidad que el silencio auténtico de no saber lo que decir.
La cuestión es que morimos como vivimos. Si se nos pasa la vida evitando hablar sobre nuestra propia muerte o la de los otros, tal vez no sepamos hablar sobre ella ahora.
Creo que la necesidad de comprender la muerte es semejante a la de una criatura cuando descubre la sexualidad: lo que ella necesita saber, puede estar seguro que irá a buscar los medios para ello.
Es fundamental que la persona que estuviera agonizando sienta empatía por nuestra presencia, caso contrario, seremos un obstáculo más para que ella se relaje y no exprese sus sentimientos.
Acostumbro decir que la habilidad de acompañar un paciente terminal está en nuestra sensibilidad para percibir el momento cierto de entrar y salir de escena. Muchas veces, las personas presentes a su alrededor poseen necesidades diferentes de las de él. El arte está en reconocer las diferentes sintonías y buscar armonizarlas generando espacio para que cada una pueda expresarse, de acuerdo con su estilo y tiempo.
Es necesario recordar, también, que la mayoría de las personas tienen dificultad de recibir cuidados y ayuda. Así como, no hay nadie completamente listo para dar todos los cuidados necesarios.
Si las personas próximas buscasen intimidad por medio del acto de cuidar, pueden generar aún más rechazo por parte del paciente. Por eso, lo mejor es no crear expectativas en cuanto a los resultados de nuestros intentos de aproximación. Para ejemplificar esta realidad voy a contarles una experiencia muy significativa que tuve con un paciente que sufría, con casi 70 años, de un cáncer bien avanzado.
Fui solicitada por los familiares del Sr. Loren para ayudarlo a estar más sereno en las semanas que precedían a su muerte. Cuando pregunté a sus parientes, cual tema él gustaba más de conversar, me dijeron: “Dinero, este es el único asunto que él gusta de verdad hablar”. “OK, pensé internamente, este va a ser un desafío para mi”.
En nuestros primeros encuentros conversamos muy poco. Como yo, de hecho, no sabía que hablar me quedaba en silencio. Muchas veces me sentí desubicada, avergonzada por no saber que hacer delante de una situación tan neutra. Entonces, ora yo buscaba concentrarme en visualizaciones budistas, ora hacía masajes en sus pies o en sus manos mientras escuchábamos música clásica. Como él tampoco buscaba conversación, ni daba señales para que me fuera, yo intentaba quedarme, siempre estirando un poco más el tiempo a su lado. Cuando sentía que me debía ir, preguntaba simplemente si podría regresar y visitarlo y él decía que sí.
El Sr. Loren continuaba irritado, ansioso. Hasta el día que tuve la excelente idea de colocar un CD con canciones de Ninar hebraicas. En un primer instante creí que él se extrañaría, pudiendo sentirse infantil. Más la intuición es siempre sabia: el Sr. Loren se relajó y adormeció inmediatamente. Al salir, resolví dejar el CD tocando.
Pocos días después, me llamaron con carácter de urgencia. Cuando llegué a la casa, él acababa de fallecer. El CD de las canciones de Ninar estaba tocando. Fue cuando una gran amiga suya me dice: “Estas canciones eran las mismas que su madre le cantaba cuando él era pequeño. Ella falleció cuando él tenía cinco años. La semana pasada él me dijo que aceptaba morir para poder encontrarse con su madre nuevamente. Fue cuando usted trajo el CD, y él pedía que no pare de tocarlo”.
De esta forma, el Sr. Loren pudo despertar la memoria de la energía de bondad fundamental de su madre y encontrar confianza de soltarse de esta vida. La serenidad que surge cuando nos reconectamos con el amor.