Si prometes, ¡cumple!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/05/2015 17:38:59
por Vera Marfeza - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Más que hacer planes para un nuevo ciclo que se inicia, a menudo no concretizados, es preciso hacer un balance de todo aquello que en el año pasado fue pretendido y no cumplido.
Una promesa, dentro de las leyes del Universo, suena como una orden, una palabra que hay que honrar. Y esto sirve para todo lo que vivimos en nuestras otras vidas. Para ilustrarlo, voy a contar un atendimiento a una pareja que hice hace muchos años. Hacía poco tiempo que vivían juntos, pese a conocerse desde hacía más tiempo. Se habían reencontrado y decidieron vivir ese amor. Pese a que se amaban, la cosa no marchaba. Reñían por cualquier motivo y no comprendían cómo podía pasar eso.
Decidieron entonces investigar, y acudieron a mí.
Ya desde el principio noté que había un ciudadano en forma de espíritu, escondido detrás de ella. Habiéndole preguntado qué hacía allí, me dijo que estaba cobrando una promesa que ella le había hecho, en una vida antigua. Los tres estaban nuevamente reunidos. Mientras aquello no quedase resuelto, él no los dejaría en paz.
Mientras este cobrador me hablaba, yo transmitía información a la pareja y para demostrar que no era sólo una conversación supuesta, le pedí que dijese algo que yo no hubiera podido saber. Me dijo que los tres habían estado viviendo en Inglaterra, en la época de la nobleza y de los castillos y la pareja lo había contratado para alegrar las fiestas, que eran muchas y prácticamente diarias. Era una especie de bufón de la corte, un entretenedor. Llevaba ropas siempre muy llamativas y llenas de cascabeles y para demostrar que eso era cierto, él había inducido a la mujer, en esta vida, a comprar una tobillera adornada de campanillas. Y así se garantizaba no perderla de vista en esta vida actual. Tan pronto como les conté lo que acababa de oír, ella remangó un poco el pantalón y enseñó un adorno igualito que ni siquiera estaba a la vista.
Le pedí a él entonces que me contase lo que pasó, pues ser entretenedor no era algo tan infame que demandase una persecución implacable. Me contó que ella se divertía con los sentimientos de él, coqueteando siempre que tenía ocasión y prometiendo que se casaría con él tan pronto se separase de aquel marido, a quien, según ella, ya no amaba. Todo era puro divertimento, que comunicaba a su marido como forma de distracción.
Los años pasaron dentro de ese clima de promesas y mentiras y él terminó por caer enfermo, y deprimido, encontró la muerte mediante el suicidio. Me dijo que tenía muchas dificultades para socializarse, ya que era muy infantil, y ser bufón de la corte era la única forma de ganarse un poco la vida. Su ingenuidad lo había matado. Pero también me contó que una promesa no se diluye con la muerte. Ella permanece, como un tatuaje en el espíritu.
Les rogué que formalmente pidiesen perdón a aquel pobre hombre marcado por la tristeza y por el disgusto, y éste se dio por satisfecho, marchándose definitivamente. Muchas semanas más tarde, la pareja me telefoneó diciendo que ya no había clima de desavenencia entre ambos y que estaban por fin celebrando liberarse de aquellos acontecimientos.
Al igual que este episodio, otros muchos, tales como prometer casarse con una persona y ser eternamente suyo, o incluso hacer pacto de fidelidad, no se extinguen con la muerte. Y no sirve de nada intentar procedimientos comunes como ir a sitios que, desconociendo el proceso, intentan retirar ese 'arrimo', que no se quita así.
La Cura Kármica libera y cura las elecciones hechas como forma de aprendizaje por el sufrimiento, pero no exime de las obligaciones y promesas hechas a terceros y, como mínimo, se les debe una petición de disculpas y una admisión de la responsabilidad.
Entonces, ¡cuidado con las promesas que haces, a quien quiera que fuese! Si las haces, ¡cúmplelas!
