Somos todos maestros y aprendices
por Conceição Trucom em STUM WORLDAtualizado em 30/09/2009 14:29:54
Traducción de Teresa - [email protected]
La risa es la menor distancia entre dos personas – Eugene Ionesco
Todos los grandes genios que haya producido la humanidad, tarde o temprano han llegado a la conclusión de que nuestro vasto mundo es un ‘playground’ donde, de todas las monedas de cambio, la más importante es el buen humor. Sea enseñando y/o aprendiendo, jugar es, sin duda, la mejor forma de percibir, amar y vivir la vida.
En el acto del jugar y reír verdaderos, ponemos en marcha/oxigenamos nuestra inteligencia afectiva y emocional, o sea, se abre un flujo de energía circulante para ‘sentir’ y ‘percibir’ a las personas que nos rodean y a lo invisible. Esto explica por qué cuando estamos de buen humor, somos más inspirados e inteligentes; y transcribo aquí una frase genial del pensador Guy Claxton: La risa es una condición necesaria para el pensar, porque la inteligencia aumenta cuando piensas menos. ¡Jajaja!
Somos animales curiosos y solo podemos sobrevivir en nuestro mundo si tenemos formas de satisfacer nuestra curiosidad y aliviar todas las tensiones inherentes a los desafíos de la vida, inclusive los de aprendizaje y maduración.
Los animales humanos lo hacen a través del juego auténtico, aunque nuestra sociedad, desgraciadamente, no valore el juego verdadero en los adultos. Y ahí comienza nuestro desafío mayor, pues padres y profesores son adultos, y han de enseñar la vida a los críos. ¿Cómo será este intercambio? ¿Quién será el maestro? ¿Quién será el aprendiz?
El peligro: somos educados para la lucha y la competición. ¿Tienen los críos derecho a la infancia? ¿Tienen los adultos derecho a jugar y a aprender con sus críos?
No obstante, mientras el patrón social es la lucha, permanecemos impacientes, tomamos atajos (mundo de la ilusión) y después, para nuestra sorpresa, caen el desempeño y el aprendizaje, surge la frustración, y lo mental racional/lógico nos lo confirma: somos de veras incompetentes (bajas calificaciones) e infelices (aunque las calificaciones sean altas) porque somos solitarios.
El psicólogo Arthur Koestler considera que la curiosidad, el impulso exploratorio, es un imperativo fundamental del comportamiento humano, tal como el hambre o la sed. Cita amplias evidencias del mundo animal como, por ejemplo, los monos que juegan con un desafío y lo solucionan sin la oferta de una recompensa. Y, lo que es más importante, el desempeño mejora cuando no están peleando por una recompensa, sino que juegan solucionando el desafío con el espíritu del arte por el arte.
Cuando no hay disputa NO HAY JUEGO AUTÉNTICO y los animales se ponen impacientes e intentan resolver las cosas rápidamente, lo cual claramente hace que el desempeño empeore. ¿Has visto ya esta película?
El acto de enseñar y aprender es pura creatividad, alegría, arte por el arte, y al mismo tiempo una cuestión de supervivencia (en el sentido de la significación), jamás de competición.
El disfrute verdadero es nuestro vínculo con el tipo de pensamiento que nos permite ver la vida como un proceso de constante redefinición o resignificación. El buen humor y la risa, que pueden partir del profesor (padres) y contagiar a los alumnos (hijos) o partir del alumno (hijo) y contagiar al maestro, puede ser una señal de que estamos aprendiendo nuevos patrones, de que hemos captado una nueva manera de percibir algo. Una aproximación vía afectividad.
Mantengo mi posición de que solo porque algo es importante, o soy el líder del momento, no es preciso que sea seria. Buda fue el primero que ligó risa con alma, inspiración con creatividad. O sea, todos podemos ser personas animadas, inspiradas, y vivir una vida creativa.
Cuando permitimos que el buen humor y la risa se manifiesten, formen parte de nuestro cotidiano, abrimos una pista de acceso para la transformación de los patrones rígidos, y es por esta misma pista por donde accederemos a la forma más fundamental de crecimiento: nuestra habilidad de aprender, registrar y responder flexible y afectivamente a las exigencias de la vida.
La pérdida del medio ambiente adecuado para jugar y, como consecuencia, de la propia capacidad de jugar, produce muchos efectos negativos en la vida de la gente: críos y adultos. En los últimos tiempos, científicos de varias áreas se dedican a investigar la filosofía y la psicología del acto de jugar: ¿qué ocurre en el cuerpo, cerebro y comportamiento de la persona cuando ésta se divierte, hace travesuras, ríe y disfruta de la vida?
Desde el principio los resultados sorprenden: es precisamente al jugar cuando las células cerebrales forman más y más conexiones (sinapsis), creando una densa red de conexiones entre neuronas que transmiten señales electroquímicas de una célula a otra. O sea, el acto de jugar y reír estimula y ejercita las diferentes funciones cerebrales. Brotan sinapsis en gran número, especialmente durante el momento de relajación y buen humor. Y un flujo interesante se produce: lo que está acumulado en la mente baja hacia las demás partes del cuerpo. Mente y cuerpo se alivian de sus tensiones, permitiendo que ambos obtengan más percepciones y placer.
Finalizo este texto rogando una reflexión hacia el modelo de relación y posicionamiento entre maestros y aprendices. ¿Quién es maestro? ¿Quién es aprendiz en cada minuto de nuestra vida? O mejor ¿qué es lo que tú quieres ser? ¿Maestro? ¿Aprendiz? ¿O bien ambos a un tiempo?
Cuando funcionamos sin buen humor, risa y creatividad, perdemos la capacidad de la afectividad y del aprender, por tanto, del enseñar. Cuando afirmamos que somos autoridad porque tenemos más edad o un papel que desempeñar, es signo claro de que nos hemos quedado detenidos en el mundo de la ilusión y hemos dejado a nuestros niños en el mundo de la soledad e impotencia: ¿Dónde están mis maestros y referentes? ¿Con quién voy a ejercitar mi forma natural de aprender?
El modelo de una vida común bien resuelta, que incluye decisiones y compromisos precoces, con una preparación educativa que no pone en acción la espontaneidad, el aprender creativo, sino la lucha y la competitividad, ¿qué alegría y realización va a generar en la carrera, matrimonio y relaciones de nuestros críos?
¿Qué maestro o qué padres se sienten realizados y significativos si no hay alegría, placer, afecto y calor en sus relaciones con sus críos?
¿Vamos a cambiar? ¿Vamos a disfrutar y aprender para... entonces poder enseñar?
Bateson define la sabiduría como algo compuesto por muchos ingredientes, pero uno de los esenciales es el hacernos conscientes de cuántas veces habremos de cambiar de idea.