Sueños recurrentes: Un caso de regresión - Parte 2
por Ronaldo Cardim em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:35:11
Traducción de Teresa - [email protected]
Hay diferentes orígenes posibles para sueños recurrentes, o sueños que se repiten.
Hablaremos ahora de aquellos sueños que se repiten desde muy pronto en nuestras vidas. Aquellos que hemos empezado a tener ya en la tierna infancia y que periódicamente aparecen, varían un poco en la forma con el paso de los años, pero el tema central sigue siendo el mismo.
Normalmente, sueños así suelen tener sus causas originales arraigadas en vidas anteriores, o sea, fueron sucesos muy graves, muy significativos en una vida pasada y que aún ahora en esta nueva existencia, todavía traen un nítido recuerdo. Tampoco es infrecuente que esos recuerdos estén directamente ligados al momento de la muerte en vida anterior, principalmente si ha ocurrido de forma trágica. Estos sueños se caracterizan por la presencia de una carga emocional muy acentuada, y suelen ir seguidos de un despertar asustado y sobresaltado. Otra característica peculiar de ese sueño es el recuerdo que permanece al despertar, en las horas y a veces en los días siguientes, el cual es muy nítido y con una sensación de haber vivido algo muy cercano a lo real. Vamos a recurrir a un ejemplo para mejor explicarlo:
"El Sr. Fulano, empresario exitoso, buen padre de dos chicas ya adolescentes, sin mayores problemas en su matrimonio ni tampoco en los negocios. Cuenta que desde muy pequeño (cuatro o cinco años) sueña que está siendo ahogado, intenta respirar y no lo consigue, hasta que despierta en un sobresalto."
En los primeros episodios todavía muy niño, soñaba que estaba siendo soterrado, con una gran cantidad de tierra que caía sobre él y que ahogaba su respiración; el lugar y la forma de caer la tierra variaban. A veces era una tierra seca la que caía sobre él, otras veces él caía en un lodazal que lo engullía, pero la sensación de ahogamiento era siempre la misma. Recuerda aún con bastante nitidez que sentía también una profunda soledad y desamparo, como si no sirviese de nada siquiera gritar pidiendo ayuda ya que nadie lo oiría ni acudiría a socorrerle.
Con el paso del tiempo la periodicidad de incidencia de esos sueños se fue haciendo más espaciada, también cambiaron la escena y la forma del ahogamiento, pero jamás cesaron. A partir de los catorce o quince años los sueños empezaron a manifestarse como si manos muy fuertes le apretasen la garganta, con igual sensación de soledad y desamparo acompañando el ahogamiento. Esas sensaciones eran intensificadas con el hecho de que sólo eran manos ahogándolo, no aparecía siquiera el rostro para que él pudiese suplicar clemencia.
En esos sueños también empezó a advertir que todo sucedía en una profunda oscuridad.
Curiosamente en esta misma fase de la vida desarrolló claustrofobia, no era capaz de permanecer en lugares oscuros, ni en lugares pequeños y cerrados. Esos miedos nunca le causaron demasiadas molestias mientras vivía en un pueblo del interior. Alguna que otra vez se deparaba con una situación en la cual se sentía incómodo, pero siempre lograba cambiar de lugar sin mayores contratiempos. Pero cuando se mudó a São Paulo notó que todo se hacía más grave. Los lugares que frecuentaba ya no le eran familiares ni estaban bajo su control; ascensores, salas cerradas, metro, en fin, todo empezó a incomodarle profundamente. Con la situación empezando a estar fuera de control, decidió buscar ayuda terapéutica. Durante la terapia enseguida surgieron los sueños como causa asociada al problema del miedo, pero esto sólo no fue lo bastante para proporcionar la comprensión y crear una base terapéutica para solucionar el problema. Entonces se le sugirió intentar unas sesiones de regresión, visto que a esas alturas ya parecía claramente que la causa real no eran solamente los sueños; éstos se mostraban más como pistas, como indicativos de un camino a seguir. Y entre temeroso y esperanzado, aceptó dar comienzo al trabajo propuesto.
Y tal como sucede normalmente en situaciones como esta, las primeras sesiones no fueron demasiado productivas para esa finalidad. Surgieron vivencias de otras épocas, de vidas pasadas que explicaban y daban coherencia a varios sentimientos y situaciones de relaciones familiares actuales, pero nada que se pudiese asociar como causa de los sueños. Por fin, en una sesión que tuvo lugar en un comienzo de noche muy lluviosa, con estruendos de tronadas que en una sesión normal estorbarían la concentración del paciente, en este caso en particular, los estruendos y el sonido de la lluvia fuerte parecieron actuar como potenciadores del proceso para la regresión.
Así, tan pronto como inició la relajación se sintió como si fuese sorbido hacia fuera del propio cuerpo y seguidamente se sintió muy delgado. Al fijarse más en su cuerpo, se vio como un chaval negro, desnudo, con una faja de cuero colgada del hombro y una especie de cuerda gruesa atada a la cintura. Se reconoció como miembro de una tribu africana muy primitiva. Era entonces un chico de unos 14 años (la edad aproximada en que en la vida actual desarrolló la fobia por lugares oscuros y cerrados). Había salido a escondidas de todos, para cazar alimento para su familia que tenía mucha hambre. (Recordó que los chavales no podían alejarse solos de la aldea). Estaba al borde de un despeñadero muy alto, un inmenso paredón formado por una mezcla rocosa y arenosa. Quería recoger trozos de los panales de miel abundantes en las colmenas diseminadas por las grietas de aquellos paredones. Era un trabajo hecho por grupos de hombres de la aldea, jamás por una persona sola y mucho menos por un chiquillo. Sin miedo empezó un descenso por el paredón. Con bastante habilidad iba apoyándose en ramas y arbustos que pendían por el barranco y pisando en las hendiduras de las rocas. Ya había bajado algunos metros cuando notó que su pie tocaba algo húmedo y resbaladizo. Mal tuvo tiempo de comprender que había pisado miel que escurría por la roca; empezó a sentir picaduras de abejas que empezaron en las piernas y rápidamente se extendieron a todo el cuerpo. Se soltó desesperado y bajó rodando despeñadero abajo, parándose al pie de la ladera. Una pequeña avalancha de tierra y pedruscos fue cayendo sobre él. Intentaba moverse y no lo conseguía, los brazos y las piernas no obedecían a los comandos mentales. Notó asimismo cómo empezaba a faltarle la respiración, algo ahogaba su garganta. No sentía dolor, tan sólo miedo; sabía que nadie oiría sus gritos aunque lograse gritar, y mucho menos que alguien llegase a encontrarlo allí por casualidad. Casi sin poder respirar percibió que el sentido de consciencia y lucidez iba y volvía alternadamente. Al regresar de una de esas ausencias de consciencia vio que ya se había hecho de noche. Una fuerte lluvia, con relámpagos y tronada rompió a ciertas alturas, haciendo bajar por la ladera un grueso torrente de fango que pasaba por su cuerpo, y así la respiración pronto se volvió imposible. Mientras vivenciaba y narraba la caída, y la angustia que la sucedió, lo hacía de forma visiblemente jadeante e incómoda, pero en el momento en que terminó de narrar el fin de la vida pasó de personaje a espectador de la escena y hablaba con bastante calma y naturalidad.
Tras esa sesión hubo únicamente otras dos, y sólo con diálogos esclarecedores sobre esa experiencia. Aquellos sueños no volvieron a producirse.