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¡Tan sólo no te olvides de que el otro te ve tal como tú te muestras!

por Rosana Braga em STUM WORLD
Atualizado em 13/06/2007 12:09:08


Traducción de Teresa - [email protected]

La mayoría de nosotros ya ha caído en una trampa aparentemente banal, pero que es, a decir verdad, bastante peligrosa: la de considerar que el otro sabe quién somos sin que tengamos que mostrarnos a él…

Como resultado de esta creencia, muchas personas han venido viviendo experiencias frustrantes y han amargado sentimientos de tristeza y decepción sin al menos comprender qué es lo que han hecho mal.

El problema es que nos hemos estado perdiendo entre pensamientos y emociones, fantasías y realidad, especialmente cuando el tema son relaciones, romances y el deseo genuino de ser aceptados y queridos por el otro.

Nos parece – equivocadamente – que el otro debe percibir, de alguna forma, qué es lo que queremos con él, qué esperamos de la relación o situación específica. Por algún motivo que exactamente aún no sé cuál es, simplemente consideramos que no necesitamos mostrarnos a la persona por quien estamos interesados tal como nos mostramos a un amigo íntimo, por ejemplo.

No digo que el otro tenga que saber absolutamente todo cuanto pensamos y sentimos, sino que sí necesita – con toda certeza – vislumbrar aquello que deseamos que él reconozca en nosotros. Y sólo hay una manera de hacer que esto suceda: mostrándonos, hablando, dejándolo claro, ya por medio de actitudes, comportamientos sutiles, o bien con palabras.

Ocurre que vivimos en la era de las ‘fórmulas preparadas’. Además de las medidas físicas, de las ropas, de los cabellos preestablecidos, y aparte de la búsqueda insana de bótox, silicona, gimnasio, dietas, entre otras exageraciones cometidas sin un mínimo de consciencia real, hemos decidido apostar que tenemos que comportarnos como el compañero ideal, aparentemente perfecto. E intentamos, a toda costa, amoldarnos a este formato, inventado a saber por quién…

El otro día, en una mesa de bar con unos amigos, hablábamos acerca de casarse, enamorarse, tener hijos, quedar, besar, entre otros actos que demuestran deseos de estar con alguien. Y la impresión que he tenido, al volver para casa, es la de que casi nadie se asume. Quiere todo eso, pero por alguna razón estúpida e incoherente, ha decidido creer que lo bonito no es querer, y sí no demostrar sus verdaderas intenciones, como si la relación fuese un juego de enigmas que han de ser desvendados.

A los amigos, todavía se atreven a revelar sus sentimientos y deseos, pero basta que alguien se aproxime para que rápidamente vistan el disfraz de emancipados, libres e independientes. Sólo les falta decir con todas las letras: estoy muy bien solo, ¡gracias!

Y de ahí, sólo es observar: cuanto más intenta la persona ocultar lo que quiere, más sus deseos escapan sin que ella se dé cuenta. Así, aunque sostenga con relativa facilidad el estilo ‘ya quisieras tú’, dos días más tarde está telefoneando sin parar, reclamando la presencia del otro, haciendo de todo para que los encuentros continúen y… allá se ha ido toda la pose, dando lugar a una actitud pedante, autónoma, sin la menor noción de que todo eso está tan sólo dejando claro que no necesitamos tanto esfuerzo para parecer algo que no somos, para corresponder a una imagen que, en última instancia, no existe, no condice con el corazón humano.

Por tanto, si quieres que el otro sepa que tienes deseos de casarte, de tener una familia, de vivir un romance, de tener hijos, de relacionarte comprometidamente o – por otra parte – que no tienes ganas de nada de eso en este momento, ¡muéstralo, habla, déjalo claro! Obviamente correrás el riesgo de verlo marcharse, pero por lo menos habrás sido coherente con lo que verdaderamente quieres.

Es mucho más fácil y honrado admitir que nos da miedo no agradar, asustar al otro o parecer carcamales o anticuados, pero basta de actuar con subterfugios, de forma parcial, enmascarada. Basta de actuar arbitrariamente, imprimiendo en el otro impresiones falsas sobre nosotros, que no corresponden con lo que realmente llevamos en nuestro corazón.

A fin de cuentas, es precisamente esa mezcla entre la imprecisión y la espontaneidad, la cautela y la voluntad, el deseo y el miedo a lo desconocido, lo que convierten al amor en una alquimia imperdible. Con un poco más de osadía y de coraje, prueba a mostrar quién eres… y ¡¿quién sabe sorprendas más de lo que imaginabas ser capaz?!


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Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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