Tú en la salita mirando la tele y tu hijo, drogado
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 11/11/2008 16:06:21
Traducción de Teresa - [email protected]
No tiene más que dieciocho años y siempre anda con muchos amigos. Lleva una vida supuestamente envidiable para muchos de su edad. Sale de juerga, tiene un coche guay y está en el mundo protegido por una familia de clase media.
Sus mayores conflictos rondan el universo de las posesiones que aún no han sido debidamente conquistadas por él. Siendo que esto puede ser: un coche nuevo, una nueva chica, o la ropa del momento.
¿Sus mayores miedos? Bueno, esto no forma parte de su vocabulario.
La vida que lleva se resume en cortejar a las niñas, en ir a la facultad de pago en la que fácilmente ha entrado y de la que se jacta su familia y en frecuentar los lugares de moda.
Hace dos años empezó a tener pereza de salir de casa y practicar deportes como habitualmente hacía. Con frecuencia acompañaba a su padre en los partidos de tenis, pero ocurrió que repentinamente todo fue dejando de tener sentido y como resultado acabó por abandonar tal práctica. Al principio su padre se entristeció, pero como tiene una vida muy agitada, pronto pasó por alto la actitud de su hijo y con el tiempo, aunque echando de menos la compañía del hijo, poco a poco esa ausencia fue tomando un lugar distante en su mente.
Sus padres mantienen para con él un tipo de contacto totalmente presente en el apartado de suplir las posibles faltas materiales. Permanecen, no obstante, totalmente ausentes en cuestiones importantes como la de señalar los límites que la vida suele delinear a todos. También están omisos en dar la debida atención al universo emocional, tanto suyo como de su propio hijo.
Como resultado de este distorsionado camino afectivo y del alejamiento del mundo real, poco a poso todo lo que formaba algún sentido para este chaval fue quedando drásticamente vacío. Gradualmente lo fueron acometiendo angustias impensables y, como consecuencia, cada vez más fue buscando nuevas y diferentes formas de obtención de placer.
Inicia su jornada en esta senda bebiendo más allá de la medida. Le gusta la sensación que la borrachera le produce. Estar embriagado, unas veces lo quita de la sensación silenciosa de vacío y otras lo inserta en un universo de devaneos donde todo aparentemente se va haciendo más y más liviano, con otros coloridos... Al principio le daba mucho dolor de cabeza por la mañana y a veces llegó a arrojarlo todo fuera, pero con el tiempo esos síntomas se fueron suavizando hasta que se esfumaron por completo. Acto seguido se concedió el derecho de despertar cada vez más tarde y a continuación empezó a faltar en la facultad.
Un poco más adelante, cuando el beber había empezado a hacerse aburrido, no faltaron “amigos” en la misma senda que él, que le estimulasen a entrar en el universo de la marihuana en un primer tiempo, y en un segundo momento, a “probar” la cocaína... un simple salto...
Con más tiempo aún y todo, por increíble que parezca, de modo extremadamente rápido, empezó a percibir que le agradaba la receta: alcohol más cocaína. La idea era buscar más y más sensaciones de placer. Por un momento, se le olvidó aquello que lo impulsó hacia este tipo de jornada: la angustia por el vacío interior enorme y sin nombre. Fue la facilidad de obtener todo. Fue la falta de auto-presencia en su propia vida, sumada a la falta de valor y a la rapidez que este mundo en que vivimos nos trae.
Vivimos entreverados por situaciones de conquistas importantísimas, pero que duran apenas un ínfimo momento. Así es como la vida en sí va perdiendo su propia dimensión y valor. Todo se vuelve raso y sin sentido.
Entonces la búsqueda pasa a ser frenética, persiguiendo un sentido que le dé significado. La mayoría de las veces la angustia hace que se busque el camino más rápido y fácil, lo cual desgraciadamente no produce el verdadero encuentro consigo mismo. Al contrario, retira más y más el placer de estar vivo, enterrando cada vez más la posibilidad de poder viajar saludablemente en la imaginación, proyectando y creando situaciones para conquista y crecimiento personal.
Lo que ocurre es la pérdida del hilo del tiempo, tanto para el pasado como para el futuro. Se pierde la validez sagrada del momentum vivido.
Y muchos padres, en la salita de al lado, siguen mirando la televisión...
La pregunta que resta es: ¿hasta cuándo?
Desgraciadamente, la mayoría de las veces, sólo apagan la televisión en un susto y demasiado tarde, cuando sus hijos ya están pasando por algún peligro inmediato, como dolencias mentales resultantes del abuso de sustancias químicas, que provienen de toda especie de acciones desmedidas. No pocas veces los hijos son obligados a frenar y los padres a abrir los ojos cuando se deparan con la ley y también no pocas veces cuando son perseguidos por traficantes...
Recordad que los vicios muchas veces pueden empezar gracias a los ejemplos citados, que surgen en la ausencia de límites y en la falta de presencia efectiva de los propios padres.
La idea es que los hijos conozcan el mundo, pero que tengan fuerte referencia en los padres o en quienes los educan. Puesto que el mundo de hoy, más que nunca, seduce hacia situaciones totalmente efímeras, conquistas del momento y totalmente vacías.
Estoy de acuerdo con la construcción de un eje interno dentro de cada cual. Este eje viene de valores heredados y de nuevas conquistas que pueden transformarnos por la reflexión.
Estoy de acuerdo con el placer de existir y con los encuentros significativos que podemos tener con el otro. Con la validación de un sentido ético y responsable por la vida, ya sea la personal, la del otro, o bien la del planeta en que vivimos.