Vístete para Dios
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 11/09/2009 14:46:09
por Wilson Francisco - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Zuleika llegó así como quien se encamina a la ejecución, trémula y con la cabeza hundida en los hombros. Su traje no expresaba nada, a pesar de que el cuerpo era el de una mujer todavía joven. En cambio, su mirada demostraba que existía, en aquel universo enigmático, un alma muy linda.
Y ¿dónde estaría esa alma? Allá, muy lejos, envuelta en sus anhelos de mujer mal amada, en los quehaceres de casa, mal hechos, porque el tiempo es muy corto, y el corazón está todo dominado por el desamor de un marido desatento.
No, no todos los hombres son así…
Verdaderamente, los hombres también tienen sus momentos de inexistir, de alejarse y buscarse a sí mismos, solo que esto no lo confiesan, son cohibidos.
Pues bien, su alma estaba por algún lugar, buscando algo que ella no sabía.
Se sentó y se puso a mirar los cuadros, observándome. Ella es de la iglesia Baptista, no tan convicta de su fe, pero con temor a Dios y llevando a cabo sus obligaciones religiosas, una vez a la semana.
Me contó de su vida, un marido muy apuesto, una hija graciosa, que destaca en la escuela, y ella, trabajando casi día y noche, a fin de dar cuenta de las cargas económicas de la casa y de la familia.
El marido, dominado por miedos y desaciertos en la infancia, es dependiente del padre, un vicio que a veces consume más que otras drogas. (No, no estoy condenando a los padres, aún hoy cuando escribo este artículo, Día de los Padres, me acuerdo de todos y del mío, siempre prontos a ayudar y a hacer lo mejor por sus hijos).
Los padres son buenos, generosos, en cambio, a veces una visión distorsionada sobre el hijo o la vida puede transformar a ese ser encantador en un verdugo o en un dominador, que hace inviable la existencia del hijo, cuando éste no consigue emanciparse emocionalmente, manteniéndose atraillado al dominio o costumbres de esa persona, el Padre.
Por tanto, la responsabilidad de tener en el padre a un ser que puede causar males en la vida, es del hijo; somos nosotros los hijos quienes tenemos que desligarnos y, amando intensamente a nuestros padres, conseguir realizar nuestra propia vida.
Charlamos mucho y le propuse un nuevo camino, una nueva visión de la vida. Antes de cualquier otra cosa, desincorporarse de esa chica-para-todo, lista para servir a todos, sin servirse a sí misma.
Busqué su alma, la traje para junto de sí, para su cuerpo, acoplando a ambos, para que pudiese sentir la vida más intensamente.
Se sintió bien, se encontró cómoda, con su alma expresándose. Su mirada adquirió más brillo, enderecé la postura de su cuerpo, soltando el tórax y descargando de sus hombros, y espaldas, el peso de responsabilidades que no eran suyas. Y le hablé de su belleza, de lo mucho que podría hacer por sí misma, empezando por la ropa, vestirse para pasear en vez de vestirse para trabajar, como sacrificio; trabajar para ganar dinero, obtener placer, al contrario de antes, que trabajaba para pagar deudas.
Unos días después del atendimiento, telefoneó llena de alegría, lozana en las palabras y en el sentir; decía haber tenido una experiencia maravillosa. Venía de regreso a casa, ya de noche, un hombre de mala apariencia, con expresión de dolor y miseria me acompañó; tuve miedo, apresuré el paso. Y cuando llegué a un punto de la acera donde había mucha luminosidad, reuní coraje para dar un grito y llamar a alguien para protegerme. El hombre se adelantó y cortando mi ansia de gritar, me dijo, mirándome a los ojos: niña, qué guapa eres…
Me relajé, Wilson, me quedé allí parada, el hombre continuó su paso, como si nada hubiese sucedido. Recordé sus palabras, sonreí y agradezco a Dios por aquellas palabras, dichas por un mendigo, pero yo sé, fue Dios quien habló conmigo.
Al próximo atendimiento ella llegó diferente, muy bien vestida, la mirada aún más expresiva y un andar suelto y casi saltarín, de niña.
- Wilson, me he vestido para ti, confesó cohibida.
La corregí: no, amiga mía, tú te has vestido para ti, para Dios.