¿¡Y ahora?!
por Maria Guida em STUM WORLDAtualizado em 31/03/2006 12:14:20
Traducción de Teresa - [email protected]
Cuando te sientes perdido probablemente es porque lo estás.
Pero, contrariamente a lo que se imagina, la sensación de no saber qué hacer en determinada situación puede ser bastante constructiva para nosotros, seres humanos.
Como siempre, al afirmar esto, no estoy hablando de algo que desconozca, o que no esté viviendo.
Estoy perdida. Ahora, en este exacto momento en que escribo este artículo.
Estoy experimentando la sensación de estar perdida, no apenas en un determinado aspecto de mi vida, sino en varios.
Por esta misma razón, e incluso porque ya he vivido esa misma situación dentro y fuera de la conexión con la Luz, puedo garantizar que hay una gran diferencia entre estar perdido, mientras se cree en la maravillosa fuerza que mantiene unido a todo el Universo, y estar perdido sin tener la seguridad de que esa fuerza existe.
Pero, - diréis vosotros – espérate ahí. Si tú crees en que hay una fuerza tan poderosa que es capaz de mantener al universo unido, entonces no puedes sentirte perdida, porque, al final, esa fuerza ha de señalarte el camino bueno.
Tan cierto cuanto que dos más dos son cuatro, yo os digo que no. Digo que el Increado Ser Supremo, el gran mantenedor del Universo, no hará por nosotros aquello que nos hemos propuesto hacer por nosotros mismos Y que, una de las leyes que rigen nuestra jornada de expresión y aprendizaje en la materia, es la de que somos responsables por todas nuestras elecciones y decisiones. Y esto, como tantas otras cosas importantes que hemos venido a realizar aquí, ni siquiera el propio Dios lo puede hacer por nosotros.
En los últimos años de convivencia con maestros e instructores invisibles, que muy recientemente se han dignado presentarse a mí, he podido apreciar cuánto aprecian y respetan esta capacidad nuestra, o mejor, esa posibilidad nuestra de elección, denominada libre albedrío.
Es como si, en todo el Universo, apenas nosotros, seres que se expresan en la densidad, pudiésemos tener esa elección.
O como si la Ley, que todo determina, disciplina y ordena, abriese para nosotros, seres mortales, una extraordinaria excepción: la de optar por caminar en otra, inarmónica y discordante dirección.
Personalmente, yo hubiera preferido estar en la situación de los ángeles, instructores y guardianes, que, felizmente, no pueden sustraerse a la Ley, o transgredir la Divina orientación. La Ley está inscrita de tal forma en sus corazones, que se les hace imposible dejar de cumplirla.
Me encantaría mantenerme bajo la clara Luz de un perenne sí al Universo, cualesquiera que fuesen las consecuencias de este sí.
Lo que me aflige ahora es que, a pesar de todas mis buenas intenciones y de la amorosa colaboración de mis instructores, me veo aún ante encrucijadas, debiendo optar por caminos que absolutamente no sé a dónde me llevarán.
La vida me presenta opciones y no me permite utilizar los artificios de antiguamente. No puedo ya seguir la línea de menor resistencia. Y no puedo parar. Hacerlo sería lo mismo que retroceder, arriesgarme a tener que recomenzar.
Es desconcertante experimentar la confusión y la inseguridad ante una elección entre diversos caminos, aún teniendo la seguridad de que todos ellos nos han de conducir a la realización. Es arduo admitir que es difícil optar, aun cuando sentimos la Divina Mano en la nuestra.
Es impresionante descubrir que, aunque estemos totalmente determinados a cumplir nuestra misión sobre la tierra, y sepamos que el Plan Divino para nosotros está ya trazado, aún queda mucho por elegir, decidir, determinar.
Con la misma tranquilidad con que me dijeron que nunca estaría sola, y que me apoyarían en todo, mis instructores ahora me piden que elija, entre innumerables posibilidades, aquella que deseo realizar.
Ellos me dicen que soy yo quien debe elegir, y que, sea cual fuere mi elección, habrán de acompañarme.
Decidir entre las vertientes de auto-conocimiento que se extienden ante mí debería ser fácil. Al fin se trata de elegir entre Luz y Luz.
Debería ser más fácil que rendirme al incondicional amor de los Maestros Ascensionados, aceptar la maravillosa evidencia de que somos eternos, o reconocer la gran verdad de que nuestro destino es retornar, iluminados, al corazón de la Creación.
Pero no lo es.
Cuando me entregué en cuerpo y alma al camino de la Luz, imaginé que podría abdicar del libre albedrío. Estaba casi convencida de eso, hasta ver que se desplegaban ante mí varios caminos, cada cual con sus promesas y sus desafíos. Despliegues que yo no puedo prever, ni imaginar.
Paralizada, pido ayuda a los oráculos, para solamente oír como respuesta que soy libre para escoger lo que quiera.
La seguridad de que todos los caminos me conducirán a una mayor comunión con todo cuanto vive y se expresa en el Universo no me facilita la elección, porque, sea cual fuere el camino elegido, exigirá de mí cualidades que he rehusado desarrollar:
- Disciplina para racionalizar la utilización de mis talentos.
- Sabiduría para establecer límites.
- Coraje para administrar confrontaciones productivas.
- Paciencia para convivir con las diferencias.
- Humildad para continuar aprendiendo.
Parada ante el nuevo proyecto de mí misma, todavía no sé qué voy a elegir. Ni que pasos daré, cuando finalmente me sienta preparada para avanzar. Pero una cosa es cierta. Avanzaré. No hay vuelta atrás.
Si por un lado me siento perdida, por otro estoy lo bastante feliz para no desesperarme. Porque sé que todo el Universo conspira a mi favor.
La responsabilidad es grande, pero con ella está una certeza que constituye toda la diferencia.
La de que somos todos uno.
