Yo soy Yo. El Otro es el Otro.
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 01/09/2010 14:27:59
por Adriana Aguiar Brotti - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
El famoso consejo socrático Conócete a ti mismo nos revela el primer paso para conquistar y mantener nuestra autoestima en equilibrio. Solamente el conocimiento sobre nosotros mismos nos permite saber quiénes somos y cuál es el sentido de nuestras vidas.
Si nos preguntasen si nos gustamos a nosotros mismos, la respuesta vendrá inmediatamente como un sí pero, considerando que la autoestima representa el grado de amistad que cada uno tiene consigo mismo, llegamos a la conclusión de que no siempre somos nuestros mejores amigos. No somos nuestros mejores amigos cuando nos comparamos con alguien, cuando nos dejamos envolver por la tristeza y por la inseguridad, cuando nos convertimos en dependientes de la aprobación del otro y cuando dejamos para un mañana incierto aquello que ya estamos preparados para hacer.
Vale decir que estas son solamente algunas de las formas que encontramos para sabotear nuestro Yo Superior (que es nuestra esencia divina, o sea, es el amor, la alegría, el coraje y el espíritu fraterno). Y, por lo tanto, cuando nos saboteamos, lo que permanece en nosotros es el Yo Inferior (o sea, la tristeza, el miedo, la rabia).
Si nos proponemos como objetivo el conocernos y exteriorizar la plenitud de nuestro ser, será necesario:
- abandonar todas nuestras máscaras (comportamientos que adoptamos solamente para agradar al otro);
- interesarnos más por nuestro mundo interior;
- contestar a las siguientes preguntas: ¿qué nos hace bien? ¿Qué cosa hacemos mejor? ¿Qué admiramos? ¿Qué pensamos de nosotros mismos?
- adoptar pensamientos prósperos para todas las áreas de nuestras vidas.
A medida en que pasamos a conocernos más, reconocemos nuestras virtudes, nuestras habilidades y aceptamos nuestras debilidades. Cuando esto ocurre, surgen las oportunidades de cambio de patrón (pensamientos y creencias) y asumimos nuestra individualidad, lo cual no se muestra como tarea fácil.
A decir verdad, todos tenemos una noción de individualidad fragilizada porque consideramos que interferir en la vida del otro o recibir interferencias en nuestras vidas es una demostración de amor, protección y responsabilidad. Así es como, muchas veces, imponemos al otro aquello que no hemos tenido el coraje de conquistar o que hemos dejado de atender a una petición de nuestra alma para no desilusionar al otro.
Asumir nuestra individualidad implica someternos a un proceso de autoconocimiento, de auto-aceptación y de auto-perdón. Aquí la sumisión merece ser entendida como un acto heroico pues recorriendo todos esos caminos, será imposible no admirar nuestra propia existencia.
Preguntándonos: ¿Quién soy yo? La respuesta debe ser: Yo soy Yo. Yo soy especial. El otro es el otro. En las entrelíneas de esta respuesta debemos leer la “divina individualidad de cada ser humano” con la consciencia de que todos somos perfectos y tenemos el derecho de ser felices.
Digamos adiós al pasado de inseguridades, miedos y falta de amor hacia nosotros mismos. Iniciemos un nuevo ciclo en nuestras vidas. Busquemos nuestro Yo Superior, manteniéndonos siempre en sintonía con la Ley del Amor y del Merecimiento. Busquemos los aplausos de Dios.