No la tercerices cargando esa responsabilidad a otra persona.
La carencia y la soledad son tema frecuente de conversación en los más variados contextos. Noto que existe un miedo generalizado a la soledad en las personas, no aquella de estar completamente solo, sino específicamente sin alguien con quien relacionarse amorosamente.
Hay un peligro cuando la búsqueda de una relación está únicamente basada en el miedo a la soledad, ello porque la persona no está buscando a alguien para compartir buenos momentos, sino que busca un "salvador de la patria", o un príncipe en un caballo blanco o doncella encantada que pueda colmar el vacío existencial que la corroe.
Aparte de frustrarse cuando se da cuenta de que el otro no va a corresponder a su expectativa, la persona que coloca su felicidad en manos ajenas no tiene idea de qué hacer por sí misma y esto le hace aceptar cualquier tipo de relación, única y simplemente por no estar sola.
¿Adviertes la incoherencia de ese tipo de relación? Lo que más desea esa persona es la felicidad, pero no sabe qué hacer para alcanzarla y lo deja en manos de otro, pero cuando ese otro no le corresponde en sus objetivos, se siente decepcionada.
Es como si estuvieses pasando la "patata caliente" y la patata fuese tu felicidad, que está siendo pasada de acá para allá y lo que haces es desear que todo salga bien y caiga en buenas manos. Pero ¿puedo decir una cosa? Esa no es la manera más inteligente de lidiar con tu felicidad.
¿Has oído hablar de inteligencia emocional? Desarrollar esa inteligencia te proporciona la capacidad para percibir lo que realmente te hace feliz y lo que te aleja de ese estado de ánimo.
Poder percatarte de encerronas y situaciones que no son buenas para ti es una capacidad a desarrollar al perfeccionar tu inteligencia emocional.
Una relación con el otro sólo puede ser sana si la forma en cómo tú te relacionas contigo mismo lo es. Así, si no te consideras merecedor de cariño, afecto, atención, amor, respeto, fidelidad, lealtad, compañerismo, etc., te vas a sabotear en cualquier relación que mantengas con otra persona, sobre todo en las amorosas.
Por otra parte, una pequeña luz al final del túnel surge cuando te decides a tomar las riendas de tu vida amorosa y te haces responsable de tu propia felicidad. Puedes estar seguro de que ser feliz en pareja requiere felicidad con uno mismo antes de nada.
Depositar toda tu expectativa en otra persona te hace ser completamente vulnerable, y además es una receta perfecta para el fracaso, toda vez que el otro es tan falible e imperfecto como tú.
¿Quieres saber cuál es la mejor manera de ser feliz y hacer que el otro lo sea? ¡Upa! Una pillería aquí. Procura ser feliz en las pequeñas cosas y ten más de un objetivo en tu vida. No juegues todas tus fichas a una única apuesta, o sea, no consideres que únicamente el trabajo puede traerte felicidad, o sólo una relación te puede colmar. ¡El equilibrio es fundamental!
Otra cosa, sé consciente de que tú no eres responsable de la felicidad de nadie, así como tampoco nadie es responsable de la tuya. Si logras interiorizar ese concepto, ya es un gran paso para llegar hasta tu tan soñada felicidad e independencia emocional.
Aunque estés en una relación, sé independiente. Es sano estar con alguien, disfrutar las delicias de una vida en pareja; no obstante, es absolutamente tóxico y perjudicial depender de alguien.
Aquellas frases completamente románticas y poéticas tales como "tú eres el aire que respiro", "no puedo vivir sin ti", etc., pueden ser bonitas en un poema, pero en la vida real es algo enfermizo y desproporcionado.
Si una relación amorosa llega a ese punto de dependencia es nociva para todos los implicados. Por eso mucha gente sufre desmedidamente con el término de una relación, pues si alguien declara que la otra persona "es su aire", ¿cómo podrá respirar sin ella?
Si para todo en la vida necesitamos equilibrio, en el caso de las relaciones amorosas la lógica es la misma. Si tienes dudas en cuanto a la salubridad de tu relación, emplea las matemáticas para que te ayuden en la evaluación.
La cuenta es sencilla: el resultado siempre debe ser la reciprocidad. Aquello que tú inviertes en la relación debe tener un retorno proporcional, de lo contrario, acaba en un perjuicio. ¡Si no te hace bien, échate fuera! Si pasas más tiempo llorando que riendo en esa relación, ¡no es para ti!
Si no hay equilibrio entre el dar y el recibir, o sea, si tú das más de lo que recibes, eso no está guay. La cuenta es sencilla y cualquiera consigue llegar al resultado, la cuestión es querer ver y tener el valor de seguir adelante cuando esa cuenta ya no te cuadre.
Toma tu calculadora ¡y buena suerte! Y recuerda: tu felicidad está en tus manos, no la tercerices a nadie.
¿No sabes por dónde empezar? La terapia puede ser una gran aliada en tus descubrimientos y ayudar a cambiar comportamientos saboteadores.
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