Todos nosotros tenemos algo de dificultad para lidiar con nuestros sentimientos. Todo empieza cuando aún somos pequeños. En aquella época, raramente teníamos a alguien que nos diese apoyo para que pudiésemos demostrar sentimientos como rabia, celos, envidia, vergüenza, ni siquiera llorar nos era permitido. Nos enseñaban, con rarísimas excepciones, que nada debíamos demostrar y, poco a poco, hemos aprendido a reprimir lo que sentimos.
Cuando no tuvimos quien nos ayudase a lamentar nuestros momentos de dolor, soledad, tristeza, acabamos por bloquear, por ocultar, incluso a nosotros mismos, todo cuanto sentimos. Queremos ser fuertes y lo conseguimos, pero solo nosotros sabemos cuál es el precio que pagamos. Con el tiempo, empezamos a percibir que todo aquello que durante años había permanecido muy bien guardado, empieza de alguna forma a pedir, por no decir a gritar, que necesita salir.
Es en este momento cuando, inconscientemente, creamos situaciones en las cuales estos sentimientos puedan ser experimentados nuevamente.
Si cuando niños vivimos situaciones de desprecio, rechazo, abandono, soledad, y no tuvimos quien las sufriese a nuestro lado, pasamos a recrear situaciones y relaciones para poder expresar aquellos mismos sentimientos que fueron reprimidos, con la fantasía inconsciente de resolver el trauma original. No siempre recreamos las mismas situaciones, sino cualquier situación que nos haga sentir los mismos sentimientos.
Los sentimientos de rechazo, abandono y abusos vividos durante la infancia son los más difíciles de superar. Es como si hubiésemos registrado que no somos dignos de ser amados ni aceptados por lo que somos, originando así muchas dificultades en las relaciones, debido a la necesidad constante de aprobación y reconocimiento.
Por ejemplo, una persona que vivió situaciones de rechazo y abandono durante su infancia, puede buscar, sí, eso mismo, buscar, inconscientemente, situaciones que le hagan sentirse abandonada y rechazada.
Si tuvo un padre y/o madre que la rechazaron, que se mostraron ausentes, distantes, esto podrá hacerle recrear relaciones con personas que le hagan sentirse igualmente rechazada y abandonada. ¿Con qué intención? Para poder liberarse de aquellos sentimientos que tanto daño le hicieron y siguen haciéndoselo, incluso después de muchos años.
Pero para eso es importante tener a alguien a quien poder contar lo que sintió, lamentar y recibir todo el apoyo que no ha recibido en su día. Hay quien de pequeño perdió a personas significativas y hasta hoy, ya adulto, no ha llorado, ni elaborado y muchos menos superado ese dolor.
Ser capaz de hablar sobre el dolor que sentimos significa que inconscientemente estamos dispuestos a aceptar y a superar lo que nos ocurrió. Lo cual no siempre es fácil, pues asusta, produce el miedo a sentir más dolor, lo cual hace que las personas eviten tocar en estos temas, y esto causa todavía más dolor. El hecho de no hablar sobre lo que sentimos, no nos exime de sentirlo.
Cuando durante toda una vida nos han estado lastimando, y lo pasamos por alto haciendo como si nada hubiese ocurrido, ya que de lo contrario nos veríamos completamente solos, acabamos por permitir que otras personas nos hagan más y más daño. Así, perdemos el enfoque de nuestra propia vida, dejando de escucharnos para escuchar a otros, dejamos de ser nosotros mismos para ser quien les gustaría a otros que fuésemos; así es como nos perdemos de nuestra esencia, de quienes somos verdaderamente.
Es preciso recordar y tener conciencia de que si un día alguien no te aceptó o te abandonó, otras muchas personas te han valorado, te aprecian y están a tu lado.
Es preciso cesar en esa búsqueda incesante de aprobación, sea de quien fuere, generalmente de los progenitores, la cual puede extenderse por toda una vida; de lo contrario, de víctima podrás convertirte en verdugo de ti mismo.
Si el rechazo todavía está vivo como si se produjese en el momento presente, es debido a que de alguna forma tú así lo permites. Interrumpe ese círculo vicioso de dolor. Libera ese sentimiento para que se disuelva, y deja de torturarte.
Hoy ya no necesitas pasar por las mismas agresiones, indiferencia, desprecio, vergüenza, humillación, entre tantas otras situaciones que hayas vivenciado.
Hoy puedes vivir en armonía, paz, tranquilidad, pues esa condición solo depende de ti.
Mientras somos niños, no tenemos muchos recursos para defendernos, pero hoy, adultos, sí podemos, y tenemos todo el derecho a ser personas enteras, felices, sin implorar cariño, apoyo, comprensión, amor.
Ciertamente debes haber pasado muchos momentos agradables que han quedado registrados en tu mente. Muchas palabras y actitudes de cariño. Trae eso al momento presente. ¿Por qué sentirte desvalorizado, rebajado, inferior, rechazado, debido a que una persona no te aceptó o no demostró aquello que tú necesitabas? ¿Por qué no permitir que el amor de otras personas, que ciertamente hay a tu alrededor, llegue hasta tu corazón? ¿Cuáles son las personas que te han demostrado amor, cariño, atención, que te tratan con respeto, dignidad y consideración? Valora a esas personas, deja que el amor que sienten por ti sea mucho mayor que el rechazo y el desprecio que hayas recibido un día. ¡Tú puedes reaccionar!
¿A quién te gustaría agradecer una palabra, un gesto, un apoyo que un día has recibido? ¿Le has dicho ya a esa persona lo mucho que te ayudó cuando lo necesitaste? ¿Por qué no hacerlo ahora? Llámala por teléfono, escríbele un e-mail, cítala para almorzar, para tomar un zumo, un momento para hablar de la diferencia que marcó en tu vida.
Harás feliz a esa persona y tú lo serás más todavía, por saber que hay personas con las cuales puedes contar. Comparte estos buenos sentimientos con quien ha logrado hacerlos despertar dentro de ti.
La vida no puede ser contabilizada solamente por dolores, penas, tristezas… incluso aunque un día los hubiese, pueden ser sustituidos por alegría, paz, armonía.
Saber valorar lo que hemos recibido de bueno y compartirlo con quien nos hace sentirnos vivos, alegres, puede ser un antídoto contra el dolor que un día nos han hecho sentir. Abandona ese dolor, llora lo que no has llorado, busca a quien pueda escucharte, solo así lograrás liberarte de eso que, por más que lo niegues, aún duele dentro de ti.
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor