No son los traumas que sufrimos en la niñez lo que nos hace emocionalmente enfermos, sino la incapacidad de expresarlos.
Alice Miller
Una de las cuestiones que más me preocupa, pues veo todos los días sus consecuencias en las personas que atiendo en mi consultorio, son los casos de maltratos en niños y/o adolescentes. Solo atiendo a adultos, que llegan sin amor propio, con baja autoestima, inseguros, sin noción alguna de su valor, lo cual resulta en conflictos y muchas dificultades en la vida afectiva, profesional y personal, o sea, lo sufrido en la niñez afecta a toda una vida futura.
Pretendo continuar con una serie de artículos sobre este tema, tanto para abrir espacio a personas que han sido víctimas, a fin de que sepan que pueden y deben buscar ayuda profesional, como asimismo para poner a los padres o responsables en alerta sobre esa educación, que desgraciadamente aún existe, en la cual se cree que se puede educar a una criatura con agresiones verbales, físicas y sexuales, deformación en nombre de la educación que hace todo menos educar.
El abuso infantil, o maltrato infantil, es el abuso psicológico, físico y/o sexual en un niño, por parte de sus padres o responsables. Ocurre cuando un sujeto en condiciones de superioridad (edad, fuerza, posición social o económica, inteligencia, autoridad) comete un acto u omisión capaz de causar daño psicológico, físico o sexual, en contra de la voluntad de la víctima, o por consentimiento obtenido a partir de inducción o seducción engañosa.
El niño necesita seguridad mediante emociones saludables para comprender los propios sentimientos. Un ambiente familiar de violencia (química, emocional, física o sexual) es tan aterrador para el niño que éste no es capaz de mantener su propia identidad y para sobrevivir al dolor, empieza a enfocar únicamente el exterior y con el tiempo pierde la capacidad de generar la autoestima que viene de su interior, no sabiendo identificar quién es y sin noción de su propio yo.
El comportamiento agresivo por parte de padres o responsables pude ser resultado de la violencia en su niñez y del resentimiento y el dolor no resueltos. Sí, lo lamentable es que un adulto agresor fue, por lo regular, víctima de maltratos cuando era niño. Según estudios, en Francia el 80% de los padres que emplean la violencia física como forma de educación, están repitiendo los actos de sus propios padres. El niño impotente y herido se convierte en el adulto agresor. Muchas formas de maltratos contra niños hacen de éstos nuevos agresores. Se ha demostrado científicamente que los niños castigados pueden ser más obedientes a corto plazo, pero a la larga se vuelven más agresivos y destructivos. Porque lo cierto es que son obedientes no por respeto o por haber aprendido algo, sino por puro temor.
El tipo más frecuente de maltrato contra niños o adolescentes es la violencia doméstica, que ocurre la mayoría de las veces en la convivencia familiar. Sí, es triste, pero esa es nuestra realidad. ¿Quiénes lo cometen? El abuso sexual, por lo regular, es cometido por el padre, hermanos mayores o tíos.
También considero importante resaltar que los niños que presencian la violencia también son víctimas de esa violencia, o sea, apalear a la madre delante del pequeño equivale a apalear a éste. Por eso muchos adultos, aun no habiendo sido víctimas de agresiones, pero que han visto a su madre ser apaleada por su padre, tienen las mismas secuelas del que ha sido agredido. Hay tres tipos de agresiones y es importante comprender sus definiciones:
- Violencia psicológica/emocional: implica agresiones psicológicas como insultos o palabras que causan daños al niño. Rechazo, desprecio, discriminación, humillación, falta de respeto y exageración en los castigos son formas corrientes de ese tipo de agresión, que no deja marcas visibles, pero causa daños de por vida. Gritar, enfurecerse con el niño, es violar su noción de valor. Quien a un niño le llama estúpido, bobo, loco, burro, está hiriendo al niño con cada palabra.
La violencia emocional deja como secuelas: perfeccionismo, rigidez y control. Padres muy exigentes; haga el niño lo que haga, nunca logra corresponder a las expectativas. Nada de lo que dice, piensa o siente está bien, el niño se siente siempre equivocado.
- Violencia física: Es el empleo de la fuerza o los actos de omisión practicados por los padres o responsables, con el objetivo, claro o no, de herir, dejando o no marcas evidentes. Son corrientes los cachetes y puñetazos, las agresiones con diversos objetos y las quemaduras por líquidos u objetos calientes.
Sí, es preciso entender que la omisión por parte de uno de los padres ante la agresión del otro, también es un abuso y es delito igual que la violencia.
Dice un niño: no sé dónde estaba mi madre mientras mi padre me pegaba, pero sé exactamente que ella no me defendió, ni con palabras, ni con actos. ¿Qué estaba haciendo el más sensato de los progenitores cuando el niño más necesitaba de su protección?
Una criatura apaleada, arrastrada, abofeteada, amenazada, difícilmente creerá que es especial y maravillosa. El castigo físico corta el lazo que la liga al padre o madre que la maltratan.
La emoción del pasado no resuelta, por lo regular es utilizada contra la propia persona. Ejemplo: de mayor, puede pegar en su propio rostro con los puños cerrados, como le hacía su madre cuando era niño.
- Violencia sexual: abuso de poder en que el niño o adolescente es usado para gratificación sexual de un adulto, inducido o forzado a prácticas sexuales con o sin violencia física. El abuso sexual puede incluir caricias, explotación sexual y lenguaje obsceno. La violencia sexual causa una herida más profunda que cualquier otra forma de violencia. Una persona violentada sexualmente siente que no puede ser amada por lo que es y su reacción puede ser la de rechazar completamente el sexo o hacerse híper-sexual.
La cuestión es triste, pero debe ser hablada, discutida, debe dejar de ser un tema tabú, oculto en dolores silenciados, que a menudo se hacen presentes por síntomas y dolencias, a fin de poder tratar a los adultos con su niño interior herido, para que así dejen de crear otros niños heridos, y quién sabe, de este modo, los niños de hoy puedan ser tratados con todo el respeto que se merecen, evitando que los dolores causados dejen un rastro de secuelas por toda una vida.
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor