Existe una mística de que os adolescentes son así. Así ¿cómo? Los adolescentes son tal como los intereses económicos quieren que sean, pues son una fuente inagotable de consumo y lucro. Esto no sería un problema si lo que se ofrece para ser adquirido, para ser consumido por los adolescentes, en su mayor parte fuesen productos indispensables, útiles, beneficiosos para su salud física, emocional, mental y espiritual. Pero la mayor parte de lo que se ofrece a los jóvenes son “alimentos” que no alimentan, bebidas para embriagarlos o enardecerlos, músicas y fiestas para agitarlos, ropas para que tengan un aire rebelde, o desligado, o sexual, superfluos para distraerlos, periféricos para hacerlos superficiales, juegos para matar, competir, ensandecerse, pocas de las cosas ofrecidas a los adolescentes sirven para que se vuelvan solidarios, fraternos, generosos, espiritualizados.
Y lo peor, esto no empieza en la adolescencia, es una táctica perversa iniciada cuando aún son pequeños, recién llegados del Astral, cuando están formateando ideas de lo que es el mundo, de lo que es importante, cuando están aprendiendo lo que es “normal”, interiorizando conceptos, valores, estableciendo pautas, normas de conducta, procedimientos. Desde pequeñitos el mensaje que reciben de las televisiones, de las películas “infantiles” y de algunas décadas a esta parte, de Internet, es el de que competir es normal, matar a los enemigos es normal, ruido, agitación, correría, rebullicio, es normal, pasar horas y horas asistiendo o participando en matanzas, con miembros descepados, cabezas estalladas, mucha sangre chorreando, todo es normal, acostarse tarde es normal, atravesar la madrugada en el juego es normal, todo eso al sabor de la Coca-Cola, Ruffles, MacDonald, Burguer King, todo en inglés, todo americano, los gendarmes del mundo, los héroes de la libertad, los defensores de la democracia, los salvadores de los pueblos oprimidos por crueles dictadores, los enemigos del terrorismo.
¿Será cierto? O es la mera continuación de una táctica de dominación de nuestras cabezas, iniciada en el siglo pasado, cuando el cine americano diseminó por el mundo la imagen de la supremacía blanca, de los colonizadores blancos, montados en caballos blancos, con sus esposas blancas, sus hijitos rubitos, en su misión de llevar el progreso a las regiones inhóspitas habitadas por aquellos malditos indios, cobrizos, montados en caballos castaños o negros, que - ¡imagínese! - se oponían a ello y osaban atacar a las pacíficas caravanas, lo cual obligaba a las fábricas americanas de armas a producir más y más armas para que los blancos pudiesen defenderse y cumplir su misión de amor y sacrificio. Hasta hoy las fábricas americanas de armas necesitan producir más y más armas, claro que cada vez más sofisticadas, para que las misiones de amor y sacrificio puedan ser cumplidas, ya no por caravanas de rubios y rubias con hijitos rubitos, sino por negros e hispanos contratados en los barrios más pobres de los Estados Unidos para ir a otros países a derrocar a algún dictador, frecuentemente un ex aliado, matar terroristas, generalmente héroes defensores de su tierra invadida y saqueada, la mayoría apoyados antes, pero ahora, se han convertido en enemigos de la democracia y la libertad, y deben ser eliminados.
Las caravanas ya no son de carrozas, ahora son de buques de guerra y aviones súper modernos, que descargan miles de bombas para lograr el triunfo anhelado; pero en medio de todo eso, miles de civiles se empeñan en vivir, gentes amigas del orden y pacíficas, y sus familias, en sus ciudades, que pagan el precio de vivir allí y mueren, y quedan mutilados, y pierden sus casas, sus ciudades son destruidas, sus escuelas, sus hospitales, y pasan a odiar a los Estados Unidos que, siguiendo una estrategia iniciada hace siglos, al mismo tiempo en que es el mayor villano de la historia de la humanidad, siempre se coloca como el galán bienintencionado, el celador del mundo, y finge que no entiende por qué una gran parte de la humanidad le odia. Para completar el servicio, allá van los negros y los hispanos contratados, matando, descepando miembros, cabezas, violando mujeres, destruyendo todo lo que encuentran por delante, al son de un buen rock'n roll americano, mucha marihuana y cocaína.
Los que retornan a casa vuelven mutilados, traumatizados, preguntándose si los miles de dólares que recibieron como sueldo (pagados por los contribuyentes americanos) habrán valido la pena. Para no quedar desempleados, anhelan que las fábricas de armas fabriquen otra guerra, una cualquiera, da igual, el motivo es tan sólo un pretexto, las fábricas de armas son como cualquier fábrica, fabrican, luego tienen que vender el producto, puede ser al ejército, la marina, la aeronáutica, que pueden ser americanas o de cualquier otro país, puede ser para el que quiera, para los que están “dentro de la ley”, para los que están fuera de ella, puede ser para quienes combaten el tráfico, puede ser para los traficantes, business are business, God is the money.
Publicado en 7/27/2017
por WebMaster
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