Para un guerrero, es la experiencia del corazón triste
y terno que da origen al impávido, al coraje.
Chögyam Trungpa
La palabra “coraje” tiene la misma raíz que la palabra francesa coeur, que significa “corazón”. En Occidente, asociamos la mente al cerebro. En el Budismo, ella está asociada al corazón. Es preciso exaltar nuestra mente-corazón para tener coraje!
Muchas veces invalidamos y reprimimos nuestros sentimientos y nuestras necesidades internas en función de la baja auto-estima. Cuando el coraje madura en nuestro interior, sentimos que tomamos posesión de nosotros mismos: estamos listos para buscar lo que es justo para nosotros. Desenvolviendo la autoridad interna, somos capaces de actuar prontamente en el sentido de dar protección, sea a nosotros mismos o a los otros.
Según la Psicología Budista, el coraje es un estado que surge cuando nos movemos más allá de la esperanza y del miedo. En cuanto estuviéramos presos a la esperanza de no precisar confrontar nuestros miedos, estaremos dejando de cultivar el coraje.
Mirar el mal, la injusticia, la envidia, la avaricia, el abuso y la violencia, requiere bravura para soportar lo que preferíamos negar. Mantener una actitud optimista, basada en la ingenua esperanza de negar la negatividad que nos cerca, termina por dejarnos desprotegidos y vulnerables a las interferencias negativas.
No debemos confundir coraje con exceso de confianza. Negar los peligros, pensando “conmigo no va a pasar nada malo” evidencia un ego inflado. Esta actitud bloquea nuestro instinto de protección impidiéndonos de ganar familiaridad con los estados mentales que permiten una percepción más aguzada de lo que nos rodea. Nuestra mente-corazón nos sabe alertar sobre el peligro, pero es necesario aprender a escucharla!
Como dice el contador de fábulas del siglo XVII, Jean de La Fontaine: “Creemos fácilmente en todo lo que tememos o deseamos”. Así, atribuimos cualidades inexistentes a las personas y situaciones a nuestro alrededor, para que ilusoriamente ellas puedan satisfacer nuestras necesidades. Yo, particularmente, reconozco que tengo la tendencia de disculpar la intención negativa de los otros para no tener que encarar que estoy siendo atacada.
En este sentido, decir: “Pobres, ellos no saben lo que hace” se torna peligroso, pues nos convertimos en cómplices de las acciones negativas ajenas al ser indulgentes con ellas.
Frente a la negatividad no debe haber negociación, tenemos que ser certeros, lo que no significa que seamos rígidos.
La rigidez adviene de una mente estrecha, que no es capaz de ver los varios lados de una misma cuestión: la luz y la sombra. La rigidez nos impide observar nuestra vulnerabilidad. En tanto, si quisiéramos despertar el coraje, debemos, antes, reconocer que somos vulnerables. Es la percepción de nuestra vulnerabilidad que nos estimula a crecer, pues nos informa sobre la naturaleza de la fuerza y del conocimiento que precisamos buscar. Acogiendo nuestra fragilidad, descubrimos nuestro real tamaño y, así, ella se torna un punto de fuerza. Solamente cuando conocemos nuestros puntos vulnerables es que sabemos encontrar las mejores condiciones para defendernos.
Coraje de no dejarse llevar por la flaqueza ajena
Seguir nuestro destino requiere coraje hasta aún para superar el miedo de asumir nuestra propia grandeza y las exigencias que de ella provienen. Cuando somos vistos como una persona fuerte, corremos el riesgo de convertirnos en presas fáciles de la “tiranía de los débiles”. Eva Pierrakos: “No existe tiranía más fuerte que aquella que una persona débil ejerce sobre los más fuertes, o sobre todo lo que es su ambiente. Es como si esa persona estuviese siempre diciendo: Soy tan débil! Usted tiene que ayudarme. Soy tan indefensa! Usted es responsable por mí. Los errores que yo cometo no cuentan porque yo no se hacer de otro modo. Yo no puedo evitarlo. Usted debe ser indulgente conmigo todo el tiempo y permitir que yo escape de las consecuencias. [...] Yo puedo fallar porque soy débil. Usted es fuerte y, por lo tanto, tiene que comprender todo. Usted no puede fallar porque su fracaso me afectaría’. La autoridad ociosa y auto-indulgente de los débiles impone exigencias estrictas a las otras criaturas. [...] Por la sumisión, usted no ama, apenas espera ser amado. Usted no ve que los otros también tienen sus vulnerabilidades, sus flaquezas y necesidades. Usted rechaza por entero esa parte de la naturaleza humana de las otras personas y, así, usted las hiere”.
Soy extremamente grata a esta autora, pues su texto me alertó sobre el peligro de abrir mano de mis necesidades en función de la flaqueza ajena. Cuando resolví separarme, mi ex-marido me presionó durante algunos meses diciendo que se mataría si yo no regresaba con él. Cuando comprendí que su acto era tirano, conseguí manterme firme en mis propósitos. De hecho, él no fue capaz de manejar el dolor de nuestra separación y se suicidó. Pero la claridad sobre mi vulnerabilidad delante de su sufrimiento me protegió del sentimiento de culpa que tan comúnmente surge en aquellos que continúan vivos. No podemos escoger anularnos, esto es, morir internamente, para que otros vivan de nuestra energía.
Ser indulgente con aquellos que nos perjudican es una señal de flaqueza y conformismo: ausencia de coraje para actuar contra tal situación. Es como vivir en una pesadilla recordando que todo es un sueño. Amenizar el mal no nos protegerá. La cuestión es que podemos pasar demasiado tiempo sobre la tutela de aquellos que nos sobrecargan de negatividad y, después, será demasiado tarde para luchar. Es como tener una enfermedad grave y quedarse esperando por milagros sin actuar en dirección a la cura.
Buddha decía: “Si usted quiere conocer su pasado, mire su cuerpo en el presente. Si usted quiere saber sobre su futuro, mire su mente en el presente”.
Texto extraído de "El libro de las Emociones" - “O livro das Emoções - Reflexiones inspiradas en la Psicología del Budismo Tibetano” de Bel César, Ed. Gaia. (Brasil)
Bel Cesar é psicóloga, pratica a psicoterapia sob a perspectiva do Budismo Tibetano desde 1990. Dedica-se ao tratamento do estresse traumático com os métodos de S.E.® - Somatic Experiencing (Experiência Somática) e de EMDR (Dessensibilização e Reprocessamento através de Movimentos Oculares). Desde 1991, dedica-se ao acompanhamento daqueles que enfrentam a morte. É também autora dos livros `Viagem Interior ao Tibete´ e `Morrer não se improvisa´, `O livro das Emoções´, `Mania de Sofrer´, `O sutil desequilíbrio do estresse´ em parceria com o psiquiatra Dr. Sergio Klepacz e `O Grande Amor - um objetivo de vida´ em parceria com Lama Michel Rinpoche. Todos editados pela Editora Gaia. Email: [email protected] Visite o Site do Autor