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Cosas de la vida
por WebMaster
Autora Izabel Cristina Heberle
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Traducción de Teresa
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Haciendo una reflexión sobre todas las cuestiones que hoy tenemos en nuestro día a día, me acordé de una antigua historia. Se trata de un cuento sobre la felicidad.
Antiguamente, pocas personas se paraban a pensar en cosas como la felicidad, por ejemplo, todos seguían por la vida cumpliendo con sus obligaciones, con sus tareas y atribuciones, no había tiempo para ponerse a discutir sobre exactamente qué tenía que hacerse diariamente; las personas sólo despertaban y sabían lo que debían hacer aquel día, no necesitaban que alguien les dijera precisamente qué es lo que había que hacer.
Todos tenían sus propiedades, y para que todo fluyese había un trabajo que hacer, no había la concepción de "dejarlo estar" o "se hará más tarde". El sustento directo dependía del trabajo que debía hacerse diariamente, no cabían las distracciones.
Todos tenían sus tareas, incluso los niños. El aprendizaje era diario en cada pequeño gesto. El respeto era transmitido de generación en generación, los mayores eran respetados por su sabiduría, los jóvenes aprendían pronto que el trabajo es la base para construir el futuro que uno quiere. No había tecnología como en los días actuales, pero sí una creatividad que se ejercitaba diariamente.
No hacía falta tener un armario lleno de cosas que no se iban a usar, no había por qué desperdiciar, ni alimento, ni ropas o juguetes. Los niños eran estimulados a hacer sus propios juguetes y era la parte más divertida, pues así podían llamar a los amigos para jugar y jugaban todos juntos, reían y saltaban.
Entonces, un día, estando reunidas varias familias de aquella comunidad, y entre ellos un anciano de edad ya muy avanzada, alguien le preguntó: "Sabe usted qué es la felicidad?"
El anciano paró, miró a su alrededor y, con una mirada llena de brillo, respondió:
"La felicidad, querido niño, no es algo que se compra, no es algo que puedas pagar y almacenar, no es algo que se pueda medir o pesar, y todos la pueden adquirir. No hacen falta riquezas para tenerla, pero quien la tiene es rico.
La felicidad es una conquista diaria, en cada pequeño gesto de amabilidad, de cariño, de atención y respeto. Ella nace y vive dentro de los corazones que están en paz, es en la armonía con uno mismo donde ella nace y es en la amabilidad donde se multiplica, por eso digo que no puede ser mensurada porque ella está dentro de cada uno, es un estado de espíritu, se manifiesta en las pequeñas cosas de nuestro día y debe ser conquistada cada mañana. No necesitamos mucho para ser felices, pero si tenemos conciencia de lo importante que es conservar el estado en que la felicidad se manifiesta diariamente, encontraremos las riquezas ocultas y la sabiduría que necesitamos.
La felicidad nos impulsa a crear, a compartir, a crecer y a producir. Cuando la buscamos en cosas materiales encontramos solamente una pequeña fracción de lo que ella representa, que en seguida, como el humo, desaparece. La verdadera felicidad es un estado de conciencia plenamente satisfecha consigo misma. La búsqueda nunca se termina, y a veces te darás cuenta de que ella se manifiesta en pequeñas parcelas de tu día, así aprenderás a valorar cada minuto en que ella se manifiesta, pues está vinculada a la gratitud, a cuánto consigues mostrarte agradecido durante el día.
Estar feliz es diferente de ser feliz. Estar feliz es buscar conscientemente esa condición. Ser feliz es permitir que cada momento vivido tenga su encanto, espontáneamente, es una elección diaria. Deseo toda la felicidad en tu camino y que los pequeños momentos de felicidad sean valorados y añadidos a la abundancia de pequeños momentos felices que habrás de tener en tu jornada."
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