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El paso del tiempo

por WebMaster

Autora Maria Cristina Tanajura
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Traducción de Teresa
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Todos los días envejecemos un poco, físicamente. El tiempo pasa muy rápido y mientras somos más jóvenes y productivos, teniendo necesidad de correr para dar cuenta de múltiples quehaceres, eso ocurre de forma más flagrante.
El cuerpo va cambiando, desgastándose con el uso, y el espíritu que lo anima ha de estar atento a la manera en cómo percibe esa circunstancia, que es natural y sin vuelta atrás. Por mucho que cuidemos el físico, por medio de ejercicios y de una alimentación adecuada, el inevitable envejecimiento va llegando y haciéndose visible. Es importante llegar a una comprensión de quiénes somos, de lo que hemos venido a hacer aquí y a dónde vamos después de la partida, pues eso nos permitirá convivir mejor con el paso de los años.

Aunque el espejo nos ponga tristes, haciéndonos ver las arrugas en la piel y las transformaciones en la silueta, podemos elegir enfocar nuestra observación en los cambios producidos en nuestra alma, en nuestra mente, en nuestras emociones. Ciertamente no somos la misma persona que éramos hace años. Las experiencias por las cuales hemos pasado nos han vuelto diferentes y nos han enseñado otras maneras de ver la realidad y de reaccionar a los mismos estímulos. Más viejos, con más tiempo para pensar en cómo estamos, vemos cómo la vida cumple bien su papel de profesora de sabiduría.

Para quien se sabe un ser eterno, se hace más fácil percibir el tiempo que ha pasado. Tenemos una eternidad por delante.
Continuaremos sintiendo y pensando de la misma manera, no perderemos nuestra identidad y por eso es tan importante aprovechar cada experiencia vivida en lo físico. En esta escuela es donde nos cincelamos; es aquí donde podemos convertirnos en persona mejores, primero para nosotros mismos y consiguientemente para quienes con nosotros conviven.

Traemos en nosotros un inconsciente poblado de memorias de vivencias pasadas que pueden atormentarnos mucho. Todo lo sentido y no resuelto continuará perturbándonos, buscando una oportunidad de hacerse consciente y poder ser trabajado, iluminado. ¿Quién no conoce su lado sombra? Aquella voz que parece estar siempre en contra, mostrándonos el lado negativo, el preocupante, las dificultades y los tormentos. Considero que en cada nueva encarnación podemos reducir un poco esa carga negativa, buscando estudiar y esclarecernos respecto de nosotros mismos.

La mente vive hablando sin cesar, pero no debe hablar sola, sin ser percibida. Teniendo consciencia de lo que está ocurriendo, haciéndonos espectadores de esos discursos interiores nuestros, podemos modificar su tenor, haciéndolos más ligeros y menos sufridos.
Considero que importa encarar que este ser inferior que nos habla todo el tiempo es en realidad nuestro yo, que nos hará compañía por la eternidad y por eso es preciso tomarlo en serio, necesita atención y ser escuchado.
Con independencia del conteo de los años, los cambios en nosotros continúan produciéndose y eso será así, eternamente. De ahí la fascinación de la vida, constantemente aportando nuevas ideas, nuevos conocimientos. La certeza de que nada sabemos todavía abre espacio a un aprender sin fin.

Aprendiendo a mirarnos y a escucharnos internamente estaremos estableciendo lazos cariñosos con nosotros mismos y cada día será más placentero vivir.
Estar con un amigo que nos comprende y acepta es mucho más confortable que convivir en un ambiente donde somos constantemente juzgados y estigmatizados.
Pensando así, concluimos que en este nuestro tiempo de vida – que no sabemos de cuántos años será – es muy importante crear un nido amoroso interior que nos acoja, aun entre las sombras, pues en él viviremos no sólo en los días de hoy, sino siempre.
Si es cuerpo se ha puesto menos bonito y atrayente, ¿no estará nuestra alma más amorosa, más compasiva, menos radical, más conciliatoria?

La mirada más afectuosa para con nosotros mismos propicia una actitud menos exigente y severa para con el otro, sea quien fuere.
Que el paso del tiempo pueda ser una manera de hacernos más comprensivos con relación a nosotros mismos y a los demás, pues esta ganancia superará y en mucho a las pérdidas físicas que tendremos en este proceso de vivir.



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