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¡El pedir ayuda!
por WebMaster
Autor Paulo Salvio Antolini
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Traducción de Teresa
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En más de cuarenta años recibiendo personas en mi consultorio, sin contar los trabajos en empresas normalmente con grupos, muchos son los casos donde el no solicitar ayuda se hizo presente. Está claro que me refiero a situaciones donde después sí se trató de buscar ayuda.
Varios testimonios expresan lo que pasaron hasta bajar la guardia y recurrir al necesario auxilio. Uno de los más corrientes es el famoso "¡No necesito de nadie!". También el dicho "¡Quien lo tiene que resolver soy yo, nadie más!", como si al compartir lo que le aflige dejase de ser el que tiene que actuar.
Varias expresiones definen ese comportamiento: ego dilatado; orgullo desmedido; exceso de confianza y así sucesivamente.
Sí, son personas que subestiman a los demás, la prepotencia y la arrogancia son tónicas fuertes en ese modo de conducirse, pero es más que eso. Hay un gran sentimiento de vergüenza que les impide poder admitir que no están siendo capaces de salir solas de esa situación que las aflige. No lo admiten, pero sienten una gran inseguridad que refuerza el impedimento.
Están también aquellas personas que no creen merecer atención de otro. "Quién soy yo para molestar". En la postura de víctimas, también ocultan una gran resistencia y miedo a lo que pueda venir por delante.
Disculpas no faltan para aplazar la búsqueda. Desde la indicación de un profesional a que vaya a consulta, las más de las veces pasan meses e incluso años, pues tienen la necesidad de "acostumbrarse" a la idea. Sólo cuando la situación es realmente muy mala llegan a desprenderse y entonces dan el primer paso: pedir cita para la consulta.
Cuando inician el proceso toman contacto con una realidad que hasta entonces desconocían. Empiezan por percibir una gran levedad. "Es como si me hubiesen quitado muchos kilos de sobre los hombros", he aquí la frase que se repite más. También es frecuente, tras algún tiempo de tratamiento, decir que si supiesen cómo era habrían venido mucho antes, abreviando tanto sufrimiento.
En el ambiente de consultorio no hay juzgamientos, críticas o recriminaciones, todo lo contrario, se facilita a la persona mirarse a sí misma sin juzgarse. Se verifica la acogida que le propicia mirar su propio escenario con clareza y transparencia, condiciones necesarias para que puedan identificar causas y nuevas posibilidades de acción.
El buscar ayuda se percibe entonces como una fuerza interior y no como una debilidad. Perciben que durante un buen tiempo han estado presas al orgullo, la prepotencia, la altivez, como si fuesen superiores a los demás mortales. Toman conciencia de que el compartir sus preocupaciones y/o conflictos revela fuerza interior, pues cuando se verifica la aceptación verdadera de su situación, sólo entonces es posible caminar hacia la solución.
La resistencia a la necesitad de ayuda es uno de los indicadores de que no se está produciendo la aceptación necesaria. Es asimismo el estado de negación de que la situación existe y está ahí, incomodando, perjudicando y lo que es peor, mientras no se esté haciendo nada, agravándose.
Pedir y recibir ayuda es la manifestación de la humildad que revela el verdadero poder que el ser humano posee, pues en la suma de las percepciones estalla la potencia interior contenida en cada uno.
Contar con el otro no significa quedar a su merced, sino servirse de todas las posibilidades que la vida ofrece para facilitar la andadura. ¡El compartir reactiva la acogida que todos, sin excepción, necesitamos para bien vivir!
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