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La administración del tiempo se aprende en la escuela
por WebMaster
Autor Tom Coelho
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Traducción de Teresa
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“Educa al niño en el camino en que debe andar;
Y hasta envejecer no se desviará de él.”
(Provérbios 22:6)
La primera vez que me he puesto a reflexionar sobre el tema fue durante las llamadas “fiestas de junio”. La escuela organizó, como de costumbre, una ceremonia de aquellas, con derecho a tenderetes, juegos, comidas y bebidas.
La conmemoración, originaria de la tradición pagana de celebrar el solsticio de verano, debe haber llegado a las escuelas con propósito de confraternización. Después fue cuando descubrieron que el evento podría funcionar también como un gran refuerzo de la recaudación. Los alumnos crean toda la decoración, los padres ofrecen las prendas y todos trabajan en la organización, mientras que los invitados compran invitaciones y pagan por los lotes.
El punto alto de una quermés atiende por el nombre de cuadrilla. Buenos tiempos aquellos en que eso representaba alegría y pureza… ¡Creo que pronto vendrá de Brasilia una Medida Provisional exigiendo exclusividad en el uso del término!
Pero el hecho es que por detrás de la danza folclórica hay toda una simbología. La evolución ritmada que practican las parejas. Las coreografías desfiladas con entusiasmo. La caballerosidad de los muchachos al servir a las damas, quitándose el sombrero, conduciéndolas con altivez. El respeto al maestro “marcador” que dicta las figuraciones mientras todos las siguen. La indumentaria campesina, reflejando el carácter popular del festejo. Y la armonía de los participantes en torno al casamiento ficticio puesto en escena.
En la semana precedente a la verbena, la escuela comunicó a los padres el horario de los festejos. Los pequeñitos del primer curso de básico iniciarían la danza, seguidos sucesivamente por los colegas de los cursos posteriores.
Como buen padre orgulloso de sus hijos, me levanté temprano, pues era grande la distancia que debía recorrer entre mi casa y la escuela. A la hora prevista, allí estaba yo, en mi puesto, sentado en la grada, máquina fotográfica en puño, aguardando para registrar el desempeño de mis hijos.
Fueron dos interminables horas de retraso, en una mañana fría de sábado, mientras los críos perdían el ánimo, y los padres la paciencia. Entonces noté con tristeza que aquel no era un suceso puntual, sino un comportamiento repetitivo. Una situación que se reproduce a cada clase, con uno o dos minutos más un día, tres o cuatro minutos menos en otro; a cada fecha aplazada para la entrega de un trabajo; a cada reunión de padres y maestros que carece de puntualidad.
En esta indisciplina, en esta falta de respeto al empleo del propio tiempo, así como del tiempo ajeno, nuestros jóvenes son orientados. Y es por eso que después vemos aspirantes descalificados en concursos por llegar al local del examen cuando los portones ya están cerrados. Encontramos abogados que pierden plazos para defensa o contestación, vendedores que llegan con retraso a importantes reuniones marcadas de antemano, colas de espera en clínicas médicas para consultas con hora marcada.
Educar no se reduce a dotar a los alumnos tan sólo de competencias técnicas, aquellas que están vinculadas a la inteligencia intelectual, aunque eso sea lo que hacemos convencionalmente y nunca en su totalidad. Educar pasa también por el desarrollo de competencias fundamentales, las que van aparejadas a la inteligencia emocional, lo cual implica relaciones e interacción con el ambiente.
Pero educar demanda, además, instruir a los jóvenes en la práctica de competencias valorativas, teniendo el respeto y la integridad como primordiales, en una lección que se enseña de una única manera: a través del ejemplo.
* Tom Coelho es educador, conferenciante en gestión de personas y negocios, escritor con artículos publicados en 17 países y autor de nueve libros. E-mail:
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