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La espiral de la ética

por WebMaster

Autor Tom Coelho
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Traducción de Teresa
[email protected]

“No es el cerebro lo que importa más, sino lo que lo orienta:
el carácter, el corazón, la generosidad, las ideas.”
(Dostoievski)


La violencia y la intolerancia han venido dominando el mundo. Observa como están a tu alrededor. En los noticieros de la televisión, en las páginas de los periódicos y de las revistas, en las charlas en círculos de amigos.
Impotentes como nos sentimos ante su escalada, recurrimos a las leyes, contratos firmados entre los hombres para regular la convivencia en sociedad. Pasamos a defender la pena de muerte, un mayor rigor en la aplicación de las normas, el adelanto de la edad penal. Buscamos protección y ni siquiera nos damos cuenta de cuán poco contribuimos para alcanzarla.
El efecto invernadero adquiere notoriedad y el calentamiento global deja de ser retórica de científicos y ecologistas para mostrar su faz real. Estamos comprometiendo nuestra sostenibilidad y a las generaciones futuras.
Los males que nos afligen derivan de nuestra naturaleza egoísta. No basta ser ambiciosos. Tenemos que cultivar la avaricia. Queremos siempre más. Más posesiones, más bienes, más exposición. Más cosas que se puedan cuantificar, tangibles, que puedan ornamentar una pared o ser vistas sobre un mueble de mármol. Como contrapartida, tenemos menos cariño, compañía, afecto. Besamos poco y abrazamos aún menos.

Todo joven, en algún momento de su vida, alimenta la utopía de construir una sociedad más justa donde las diferencias socioeconómicas queden suavizadas. Él sabe de su fuerza y de la importancia de sus acciones para obtener ese efecto. Pero la edad adulta nos visita y pasamos a considerar que la humanidad no puede ser salvada y que una actitud puntual es insuficiente para que surta efecto.
Aquí reside la gran quiebra de paradigma. Son las pequeñas acciones individuales, tomadas colectiva y sucesivamente, la génesis de la transformación. Recuerdo un proverbio chino que dice: “Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa”.
A este proceso continuo y envolvente lo he llamado: “Espiral de la ética”. La imagen de la espiral remite a algo flexible y en constante movimiento ascendente. Y la ética invoca los preceptos morales que habitan con naturalidad en nuestro interior.

Alimentamos esta “espiral de la ética” a través de nuestros comportamientos y actitudes.
Respetando los límites de velocidad y no circulando por el arcén. Dando prioridad a los peatones y dejando paso a otro vehículo. Respetando aparcamientos y asientos reservados a los ancianos y deficientes físicos. Aguardando el desembarque de las personas de un ascensor y sujetando la puerta para que otros entren antes que tú. Evitando aparcar el carrito de compras en medio del pasillo en el supermercado impidiendo el paso de las demás personas. Escuchando con atención a tu interlocutor en un debate, en vez de preocuparte únicamente de exponer tus opiniones. Podríamos desgranar otros muchos ejemplos. Y tú podrás hacer tu propia lista y empezar a ponerla en práctica inmediatamente. Yo llamo a cada una de estas acciones “píldoras de amabilidad”.

Se trata de pequeñas grageas encapsuladas en la mente y absorbidas por el corazón. El principio activo viene dado por el amor, con elevada concentración de generosidad y benevolencia. La posología recomienda administrar una auténtica sobredosis diaria. Los efectos colaterales son variados y los estudios al respecto aún no están concluidos. Se sabe tan sólo que a corto plazo se ha observado presencia de brillo en la mirada, reducción de angustia y ansiedad, brotes frecuentes de entusiasmo y alegría. Y a largo plazo, la expectativa de un lugar mejor para vivir.
Loren Eiseley fue un antropólogo, arqueólogo y escritor norteamericano, conocido por sus obras publicadas acerca de la teoría evolucionista del hombre. En uno de sus escritos, magníficamente retratado en un breve film titulado “La historia del lanzador de estrellas” fragmento de obra de Joel Barquer, distribuido con exclusividad en el Brasil por Siamar, él relata que un poeta camina por la playa cuando encuentra a un joven lanzando estrellas de mar de vuelta al océano, para salvarlas de la marea baja y del fuerte sol que se avecinan. El hombre se acerca e interpela al muchacho, diciéndole que su actitud es inútil frente a la inmensidad de la costa marítima donde acometerá fatalmente a la mayoría de aquellos seres. Por tanto, sería imposible que su acción aislada pudiese marcar alguna diferencia. El joven escucha atentamente su argumento, se inclina hacia la arena, recoge otra estrella de mar y la lanza lejos del rompiente. Entonces, se acerca al hombre y le dice: “Ha marcado la diferencia para aquella”.

Estoy seguro de que tomando conciencia y actuando en dirección a prácticas más nobles y menos superficiales, encontrarás tu estrella de mar. Y, con ella, tu esencia, la paz y la calma que tanto mereces. Al hacer eso por ti, lo estarás haciendo también por mí. Y por todos nosotros.

* Tom Coelho es educador, conferenciante en gestión de personas y negocios, escritor con artículos publicados en 17 países y autor de nueve libros.



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