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La felicidad de ser papá
por WebMaster
Autor Paulo Rubens Nascimento Sousa
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Traducción de Teresa
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Pensando en términos de psicología masculina, vamos pasando por varios procesos de transformación a lo largo de la vida. En cada sociedad, el desarrollo del niño, los ritos que fomentan su proceso de formación varían, pero psíquicamente son los mismos y van llevándonos de una fase a otra de la vida, pero la mayor transformación psicológica del hombre es la experiencia de ser padre.
Pensando en términos de antropología masculina, el hombre es un ser seminal, el portador de las simientes, el sembrador de la tierra; él es quien siembra la humanidad.
Pensando en este hombre esencial, no civilizado, la paternidad es un divisor de aguas en la vida del hombre, es el tiempo de ser el “padre de familia”, el proveedor, el amante mayor.
Él es invitado a morir a la vida heroica del “adolescente”, sus experimentaciones, descubrimientos y pulsiones, y a madurar para reproducir todo el aprendizaje construido hasta aquel punto de la jornada de la vida adulta, y conducir a su familia a lo largo de la vida.
Esta es una experiencia devastadora para algunos, aturdidora para otros, pero siempre viene con ella un éxtasis inexplicable que nos eleva a otro nivel de la experiencia humana, y nos coloca en contacto con la dimensión más poderosa del misterium tremendum: la continuidad de la vida.
Somos la reproducción de nuestro primer padre, Adam, Adán. Como símbolos somos portadores de los dones y pecados de Adán, nuestro primer padre, y así como en la gran historia, también repetimos en la pequeña historia, nuestra historia familiar personal, las pautas de nuestros padres, y podemos reproducir bendiciones o maldiciones.
Veo con pesar a padres mal resueltos con su afectividad, que acaban por caer en determinadas dificultades, como no estar en un modelo familiar de papá y mamá, abandonar a sus hijos, no luchar por ellos. Esta es una gran pérdida, irreparable en el mosaico de formación de aquel ser humano. El padre es nuestro aspecto realizador, fuerte; nuestro mantenedor interno.
Otros asimismo, completamente auto-alienados, entorpecidos, casados o no, acaban descuidando la bendición de los hijos por el trabajo, placeres o vicios. Como contrapartida, los hombres más felices del mundo están lejos de los reflectores, no acumulan bienes, tampoco frecuentan los altos círculos sociales, quizá no lleguen a la cima de la notoriedad ni siquiera beberán todas las tazas del reconocimiento público.
Los hombres que saciaron el alma con los más finos manjares espirituales y alcanzaron la más encantadora de las realizaciones no fueron los grandes a los ojos del mundo, sino los que fueron honrados dentro de su hogar, y tuvieron la gloria del amor de sus hijos. Las mayores alegrías de la vida ciertamente están en sentir nuestra significación y pertenencia, que somos amados.
Vivimos tiempos de total desconsideración al símbolo más poderoso de nuestra organización humana: el Padre. Vamos a repensarnos como padres, como seres humanos y como sociedad, respetando el lugar del padre en nuestra sociedad, honrándolo y respetándolo, en favor de una sociedad fuerte, mejor.
Ser padre es un sublime privilegio, un don de Dios y que exige de nosotros inmensa responsabilidad. No basta engendrar hijos, es preciso amarlos, cuidarlos, ampararlos y educarlos.
Asumamos nuestro lugar para convertirnos en una sociedad de padres mejores, más presentes y que puedan vivir en el flujo del amor incondicional y dadivoso. Deseo un feliz día de los padres a todos los papás.
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