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La fuerza de la voluntad.
por WebMaster
Autor Bernardino Nilton Nascimento
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Traducción de Teresa
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La energía vital de la “voluntad” no se coge como a una flor en el jardín, sino que se conquista con luchas y se extrae, a veces, como el carbón, de las profundidades oscuras de nuestras minas interiores.
Una de esas fuentes internas nace de las ideas elevadas que uno se hace de la vida. Todos sentimos admiración por todo aquello que se relaciona con la vida, y las sorpresas que nacen en nuestros caminos ya no deben afectarnos. Es necesario dejar de lado aquello que aparentemente sea un fracaso, y volver a la realidad de la voluntad perfeccionada y al deseo de realizaciones.
Es posible descubrir algo en aquello que pensábamos conocer desde hace tiempo. El secreto no es otro que cambiar la forma de mirar, aunque no es nada fácil. Tenemos la costumbre de mirar sin ver, y sin embargo nos enojamos con cierta facilidad con aquello que no somos capaces de distinguir. Aquello que nos rodea y nos afecta cercanamente nos deja fríos. Y ese desprecio por lo que está cerca, a nuestro alcance, no es más que la idea miserable que tenemos de la propia vida. Cierto, cada cual tiene su orgullo, pero es un orgullo que se apega a lo que hay de mediocre en nuestro recóndito.
Pese a estar orgullosos de nuestra personalidad superficial, carecemos de la nobleza que nace del respeto hacia nuestro ser profundo. Y ese sentimiento, sin embargo, es una fuente de ideas. El ser humano que mira más allá de su visión, de su perspectiva, contemplando el todo y a su prójimo, tendrá una actitud moral bastante más elevada que aquel que se desprecia en presencia de su propia ceguera.
El ser humano que recibe la revelación de su dignidad, transmite algo semejante y se sumerge en su fuente, remonta a sus orígenes, mide y experimenta sus santos esfuerzos, dolores, paciencias, esperanzas, humildad. Incalculables trabajos reunidos en esta vida, de que él se ha hecho heredero. El alma de los siglos ha pasado por su alma. La gran esperanza, que anima y sostiene todo ese doloroso desarrollo de la humanidad, es la esperanza de un tiempo brillante que está por vivir. En el camino, encontraremos la voluntad, que un día quiso estar en el mundo para materializarse. Tenemos que comprender que somos la propia esencia de la fe, la esperanza de la humanidad. De ahora en adelante, ya no podemos sentir que tenemos nuestras fuerzas reducidas, y sí debemos aumentarlas, dándoles todo el impulso de los siglos y todo el socorro de la Eternidad.
No hay otra llave para el mundo que la fe. ¡He ahí la gran verdad!
El ser humano se ha hecho para volverse cada vez más humano, para mantener su vida, para auxiliar a otros a que mantengan la suya, todo en un crecimiento constante. Y ese crecimiento exige el desarrollo continuo de todo el ser – físico, intelectual y moral – con su armoniosa reciprocidad. Hemos sido hechos para dar verdad a la vida, a la vida justa. Y tenemos que combatir todo lo que se muestre contrario a esto. Las ideas tienen que tener, como punto principal y culminante, la justicia. Medita, fortalécete, porque la vida es una batalla donde sufrimos cuando es preciso, pero no perdiendo nunca la esperanza y la fe.
¿Y después? El después, como el antes, pertenece a tu “voluntad”. Sólo ella conoce el secreto ancestral del Universo. Ella ha querido que las cosas cercanas a nosotros nos pareciesen más importantes que las que se hallan alejadas, por eso nuestra responsabilidad está ligada a la “voluntad”.
Haz lo que debe hacerse, aquello que tu interés superior te exige hacer. Después tranquilízate y confía en aquel que sabe por qué el mundo gira. El dogma fundamental es creer en la vida. No seas necio de perder la voluntad y la esperanza.
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