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La importancia de los detalles
por WebMaster
Autor Bernardino Nilton Nascimento
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Traducción de Teresa
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La máxima es admirar los pequeños detalles de cada momento, de cada gesto, de cada cambio que sucede a todo instante en nuestras vidas.
Debemos prepararnos para ser duaños de nuestras emociones y de todas las impresiones que recibimos. Como buena norma, no dejar nada a desear. Admirar los detalles sirve como una buena ducha calmante y tonificadora. Bajo el efecto de la inspiración de esa admiración, notamos los ojos más abiertos, los puños más seguros, los pasos más firmes y la mente clarividente.
Hay un modo de traducir la máxima: filtrar y admirar cada pensamiento, palabras y movimientos que hacemos a cada instante. Intenta hacer esto durante una hora y después vas a percibir que puedes mejorar, y mucho, tus momentos.
La capacidad de admirar todas las cosas, en detalles, nos aporta un bien enorme, aumenta el apetito de vivir y nos vuelve más seguros. Pero existen los que mienten y no admiran cosa ninguna.
Para quien tiene calma, buena fe y posee una mirada natural, serena y atenta, su mirada a la naturaleza vuelve para dentro de sí mismo con una expresión de sorpresa, que indica la convicción de estar presenciando un gran descubrimiento. Es preciso dejar que las emociones toquen nuestra alma. Si tú no admiras nada, si nada te sorprende o entusiasma, estás perdiendo instantes importantes en tu vida.
Admirar es, en síntesis, dejarse construir. El espíritu se eleva con mirada serena y calma, y esa manifestación iluminada toca tu corazón, que con bastante fuerza, grita: “Yo soy el que Soy”, amo la vida y soy feliz en desear la felicidad del prójimo.
Cuando se mira en detalles para honrar la memoria de un héroe u homenajear a un gran corazón, todo el Universo sopla a tu favor. Cuando miramos y sonreímos al prójimo, el respeto y la alegría revelan la calidad del corazón, como el sabor de un vino denuncia su procedencia.
Donde quiera que perciba la ausencia de la alegría, digo a mí mismo: “¡Esto no huele a nada bueno! Pero es sólo un momento de debilidad. Ten valor, calma y fe, que todo habrá de arreglarse”.
Cuando observamos la marcha de la humanidad en detalles, notamos que los héroes se hallan en el corazón de todo gran movimiento. Su ejemplo se vuelve contagioso. Una virtud de fe y fuerza de su yo interior, que se comunica en silencio con otros. Les incumbe el privilegio de encender la luz por todas partes, y con ella, lanzar la esperanza. Son los salvadores en los tiempos desesperados, los guías en los días oscuros, los conocedores del futuro, las puras y nobles víctimas, que mueren por la justicia y por la verdad, a fin de abrirles un camino. Pero ¿qué influencia ejercerían sin el respeto, sin el amor, la admiración y el entusiasmo que ellos han hecho nacer?
Es admirándolos como podremos sacar provecho de las virtudes de que se revestían. Considero que tú comprendes mejor el ejemplo que la regla, y aprehendes mejor el bien en acción, que en teoría. Es por ello que, cuando tu mirada tenga la magia de vislumbrar los detalles, sentirás la máxima de todas las virtudes.
Debemos seguir siempre los buenos ejemplos y, lo queramos o no, somos discípulos de alguien. Afortunadamente, la máxima de la verdad predomina. Son ejemplos que alinean la humanidad, actos de la energía del amor, de la bondad, del desinterés, que nos contagian a causa del bien producido. No hablo de los héroes ilustres. Antes pienso en esos héroes obscuros, anónimos, ignorados, de que el mundo está repleto. A ellos pido que enderecéis vuestras miradas y vuestros oídos, para que percibáis los detalles de su naturaleza, así como de su corazón, para admirarlos. El bien existe pero ¿dónde se le encuentra? Es preciso salir en su búsqueda. Los que buscan con el corazón acaban encontrando.
Yo siempre llevo a alguien a entrar, como un botánico, en este terreno desconocido, donde cosechará hierbas saludables que le servirán de licor.
Dicen que los polluelos del ruiseñor, cuyo canto no se ha formado todavía, se sienten muy mal cuando son puestos al lado de los virtuosos, que encantan las noches de verano. En cuanto los oyen cantar, se callan durante largo tiempo, pues resultan deslumbrados y confundidos ante aquel ideal. Ellos escuchan y se embriagan con aquellas lindas melodías. Y quizá, pensando allá en sus cerebros de pajarillo, aquel extraordinario espectáculo esté sirviendo de inspiración y motivación para su futuro desempeño.
BNN
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