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Los ocultos recuerdos y sus imaginaciones
por WebMaster
Autor Bernardino Nilton Nascimento
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Traducción de Teresa
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Si pesquisasen entre las personas qué es el recuerdo, esta pregunta iría parecer de inicio tan simple que se sorprenderían al oírla y, ciertamente, se considerarían habilitados para responder: recordar es evocar el pasado. Así, cada cual construye un imaginario que le es propio a su época, su historia o su cultura, e incluso las historias bien antiguas.
Y las historias, las sagradas escrituras religiosas, ¿cómo quedarían? Mira, alguien cuenta una historia y cada uno imagina cómo la representa dentro de su imaginación propia. Las escrituras sagradas tratan sobre personajes vividos muy lejos de nuestros tiempos. ¿Cómo consiguen las religiones traer esas escrituras a los días de hoy? No hablo sólo de la Biblia, sino de todas las otras religiones, que en sus doctrinas fueron escritas hace decenas, cientos o miles de años.
Entonces, ¿podemos afirmar que religión y cultura se mezclan, o se juntan?
Las culturas son regionales, no obstante, analizándolas con criterio y geográficamente junto a las religiones, verificamos que ellas se funden.
¿Será cierto que verificado un hecho podremos a continuación explicarlo? La memoria tiene misterios que escapan a la imprudencia de la nada y, bajo una aparente sencillez se oculta de recordar importantes enseñanzas. Sí, a todas horas estamos recordando.
¿Cuáles son los mecanismos que nos autorizan a gozar de esta felicidad de participar, casi por magia, de nuestra consciencia pasada? ¿Cuáles los procesos que condicionan la evocación, la fijación e incluso las deformaciones de las historias según van pasando de persona a persona? Y, si la recordación es cosa tan común, ¿por qué hay tantas interpretaciones?
Yo presiento que Dios es único y universal, no sólo de esta Luna y de este Sol, sino de otras galaxias y otras estrellas, que cada día la ciencia viene descubriendo.
Mi Dios es ese, él no vive en mí sino que yo vivo en él, y tengo que respetar esos universos que escapan a nuestros ojos externos, y nuestro interior, ese mundo aparentemente pequeño, es tan grandioso que las imaginaciones viajan sin paradero, parece tan lejos de alcanzar como el mundo externo. Podemos sentirlo a todo momento, por la bondad, caridad, compasión, gratitud, fe y amor. Pero al la par que Dios es único, veo dividirlo en continentes, nombres, regiones, culturas y religiones, como un Dios tribal, es decir, cada conjunto de personas que forman una tribu lo invoca bajo diferentes formas, y en esas divisiones, el mal también se hace presente en su nombre.
Podemos imaginar a Dios de la siguiente forma: “un acuario lleno de agua tiene todos sus espacios colmados, ¿cierto? Colocamos peces y éstos ocupan espacios, pero en torno a ellos todo es agua. Yo veo el mundo así. Nosotros estamos dentro de ese gran universo colmado de energías que con toda seguridad es Dios (el Creador de todo), y nosotros, ocupando sus espacios, respirando esa energía, atrayendo hacia dentro de nosotros la sagrada energía que nos da vida. Esa vida es Dios”. A menudo decimos respira hondo que mejoras, relaja, es decir, respira la energía y confía, porque Dios se hace presente. Estamos dentro de esa energía, somos sus mayores conductores, y estamos interconectados a todo lo creado. Una simple y amorosa mirada, puede cambiar cualquier situación adversa, un tender la mano a un hermano puede realizar verdaderos milagros.
Sin embargo hemos de tener cuidado con el choque de nuestra energía interior con la exterior, todo lo bueno sucede cuando alineamos nuestra energía interior con la exterior, “Dios”.
Qué bueno sería si pudiésemos tomar un poco de cada escritura sagrada, de cada enseñanza pasada y presente, colocarlos en un sólo estado. Veríamos que los personajes cambiarían, pero la energía y el amor de Dios, jamás.
Decimos que tenemos buena memoria cuando los recuerdos, los cuales necesitamos y evocamos, surgen inmediatamente, con exactitud. Es habitual describir los momentos y las historias en el proceso de la memoria, es decir, en la evolución del recuerdo, sin fantasear lo real y lo verdadero. La ciencia tiene su contribución en esa historia.
Nada es posible en nuestra vida cuando ponemos nuestros sueños, objetivos, esperanzas y fe, en jaque. Cuando esto sucede, las palabras tienden a fluir sin su verdadero sentido.
¿Cuántas imágenes del pasado surgen del fondo de nuestra alma, para alegría y tristeza de nuestras actividades diarias, sin que hayamos expresamente deseado su aparición?
Recuerdos que nos imponen y nos maravillan a un sólo tiempo. ¿No es maravilloso que mi saber, mis conocimientos, pueden intervenir cuando es necesario, en el curso de mi pensamiento, sin que yo me vea obligado a dirigir mi recuerdo a la fuerza? Incluso a veces las ideas pueden vivir libres, como las imágenes de las fantasías y de las imaginaciones.
¿Cuántas mentiras se han vuelto verdades, y cuántas verdades han quedado atrás como mentiras?
Los sentimientos muestran que todo recuerdo está provisto de un sentido que lo engloba y sobrepasa, y posee una especie de valor afectivo. El recuerdo espontáneo sólo se comprende si lo ponemos en interacción con el conjunto de los sentidos, que, en su límite, se enraízan en nuestro “yo”.
Para obtener buenos recuerdos se hace necesario ejercitar cosas buenas en el momento presente, en el ahora. Sin embargo, no todo son flores en lo que se refiere a recuerdos. Frecuentemente éstos se desordenan. Tanto en el inconsciente, como en la afectividad y en el amor.
Estar distraído al elemento director de la consciencia, a idas y venidas, tiene que ver con la memoria bruta, que satisface únicamente el momento presente. Ahora bien, lo importante es, ante todo, encontrar en las escrituras y en las historias de nuestro subconsciente, de nuestra caja negra de la memoria, lo que realmente creemos, sin favorecernos, en cualquier grado que fuese. Cuando la voluntad interviene para dirigir el trabajo de los recuerdos, debemos decir no.
Es mejor dominar nuestros pensamientos y elegir solamente los buenos y “nobles recuerdos”, porque, de las verdades en sí, jamás escaparemos. Esté donde estuviere, la verdad siempre saldrá a relucir.
El espíritu se siente superado por sí mismo. Él está frente a algo que aún no es, y que sólo él puede realizar y enfocar debidamente. Aquí, la voluntad se apoya en la inteligencia, en la facultad de “establecer relaciones”. La inteligencia, basándose en el cuadro, en la probabilidad y en la lógica, vuelve a ligar los acontecimientos unos a otros y procura reconstituir lo que realmente ocurrió.
Cuando intento rememorar las historias, no dejo que se desarrolle una secuencia de imágenes en el interior de mis ocultos recuerdos. Paro, reflexiono sobre mis posibles verdades imaginables, dando forma a “Dios” a través del bien, del servir, del desapego, de la libertad, del desear la felicidad del prójimo y del amor.
BNN
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