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Obesidad. El alimento como auto-punición.
por WebMaster
Autor Adriana Garibaldi
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Traducción de Teresa
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Existe en el fondo del corazón humano un estado persistente de carencia, un sentir a veces indescifrable de que algo anda mal o no se halla en su debido lugar, una falta que percibimos necesitaría ser suplida de alguna forma.
Muchas de las cuestiones que parecen reiteradamente desafiar nuestra autoestima y confianza en nosotros mismos, están siempre alineadas con las cicatrices resultantes del amor que creemos no haber recibido, o que ofrecimos y otros rechazaron, el amor que ha sido empleado para controlarnos o manipularnos, el amor traicionado, el amor negado, el amor no correspondido.
Sanar esas rasgaduras internas, volviendo a confiar en el amor con la pureza de los primeros pasos, hace que nos permitamos ser curadas de todo lo que nos haya hecho daño en el transcurso de nuestras vidas.
Necesitamos limpiar y alinear nuestras memorias con un patrón más alto de autoestima y auto-perdón, cultivando la consciencia del propósito oculto por detrás de todo lo que nos sucede, sabiendo que todo ello siempre resulta en favor de nuestra evolución y nunca contra nosotros. Aunque no seamos capaces de comprender el por qué de no salir las cosas como deseamos y, en algún momento rebelarnos contra ello, los propósitos de la vida trabajan siempre en beneficio nuestro.
Muchos desequilibrios del cuerpo tienen su origen en no estar alineados con la fuente de amor que desearíamos disfrutar en toda su expresión de vivacidad, alegría y permuta, y sin embargo, sentirnos impotentes para digerir los procesos disfuncionales del miedo que han generado falta de merecimiento, auto-punición o incapacidad para sentirnos dignos de ser nutridos por el amor.
Debemos comprender que el amor de Dios es nuestra fuente más confiable de nutrición, y con ella hemos de estar alineados. Sin embargo, a menudo acabamos sirviéndonos del alimento del cuerpo como válvula de escape o compensación, algo que nos sacie de un hambre que no es física, sino la necesidad de ser llenados por aquello que deseamos, un verdadero y confiable vínculo de afecto.
En la niñez hemos recibido de nuestras madres una clase de amor que nos era ofrecido juntamente con el alimento, y éste ha pasado a representar la dulce ternura del acogimiento, del cariño, de la protección. Un paradigma que ha quedado latente dentro de nosotros. Percibíamos que ser alimentados era una manera de recibir de ella el amor que tanto necesitábamos.
En nuestra vida adulta, sin embargo, si no formamos parte de ese segmento de población beneficiado por la genética, para el cual el alimento nunca llega a ser un problema, acabamos aprendiendo que la idea de alimento como gratificación amorosa necesita ser examinada si no queremos que esa dulce y pasajera alegría se convierta en motivo de disgusto, un verdadero veneno para nuestros cuerpos. Descubrimos entonces que, para demostrar amarnos a nosotros mismos, necesitamos dispensarnos precisamente aquella forma de gratificación oral, pasando a aplicar una dieta parca y frugal, si deseamos conseguir un cuerpo armonioso y una salud equilibrada.
El alimento endulzado que por amor nos era ofrecido en la infancia, por amor a nosotros mismos debemos ser capaces de rehusar.
De forma contraria a aquella antigua representación amorosa recibida en la niñez por medio del alimento, el cuerpo y la mente en desequilibrio pasan a servirse del vicio alimentario como forma velada de autodestrucción.
Nuestra baja autoestima nos empuja al alimento de forma compulsiva, y el vínculo con él comienza a ser una verdadera auto-agresión.
En un extremo el antiguo paradigma de la gratificación infantil del amor materno, en el otro, la sensación de que no somos merecedores de sentirnos amados, bellos y felices.
Hay un requisito absolutamente determinante para el amor, y se encuentra en el grado de amor que seamos capaces de ofrecernos a nosotros mismos, mientras quedamos a la espera del amor de los demás; el amor propio es la materia prima esencial para la consecución de nuestro equilibrio físico y emocional.
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