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¿POR QUÉ LA FAMILIA ES EL DIVÁN DEL ALMA?
por WebMaster
Autora Irlei Wiesel
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Traducción de Teresa
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El Papa Francisco definió a la familia de la siguiente forma:
“La familia es el HOSPITAL más cercano: cuando alguien está enfermo es allí donde encuentra la cura. La familia es la PRIMERA ESCUELA de los niños, es el PUNTO DE REFERENCIA imprescindible para los jóvenes, es el MEJOR HOGAR para los ancianos. ¡La familia es también la PRIMERA ESCUELA DE LA MISERICORDIA, porque allí se es amado y se aprende a amar, se es perdonado y se aprende a perdonar!”
El Padre Fabio de Melo añade: “SER FAMILIA no es vivir en la misma casa, es vivir en el mismo corazón”.
Reposar nuestros dolores, conflictos, miedos, angustias, dudas, con alguien es necesario. Se necesita una acogida para evitar una crisis severa. Recibir apoyo reduce la sensación de finitud y caos, además de convertir el torbellino de emociones negativas en esperanza. Es como si alguien susurrase: ¡Esto pronto pasa!
Una familia acogedora suaviza el peso del camino. Encontramos un puerto seguro en medio de la tempestad. El lazo que une a los integrantes familiares representa la seguridad y la libertad. Seguridad para desahogar y libertad para confiar.
La confianza es como una medicina. Al desahogarnos con alguien en quien confiamos, sentimos que todo se hace más llevadero e iniciamos el proceso de deconstrucción. El tamaño del problema es proporcional a lo que él nos parece. Aunque no sea tan avasallador, crece, se expande y aterra a quien en él se debate.
Por eso, estar junto a alguien que acoge nuestras imperfecciones es fundamental. La familia es el diván de nuestra alma. En ella no se necesitan máscaras ni disimulos. No necesitamos desmentir lo que corroe ni tampoco ocultar lo que nos destruye. Al compartir abrimos las represas de la soledad y de la sensación de abandono. Esta represa es peligrosa, pues coloca a la persona frente al abismo, con un deseo intenso de desmoronar. Cuando esa represa se vacía sobre el hombro generoso de un miembro de la familia, el abismo pasa a representar un puente que liga el caos a la esperanza.
Así, es preciso reconocer que hemos nacido para recibir y donar. La familia es el punto de convergencia y en ella entremezclamos nuestras tareas. No deberá haber una balanza para pesar quien da o quien recibe más auxilio. En la familia, únicamente se debe estar a disposición, sólo así ella también lo estará, cuando sea necesario.
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