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Sobre el suicidio
por WebMaster
Autor Andrea Pavlovitsch
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Traducción de Teresa
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Yo tuve depresión severa. Empezó a los 22 años, casi al final de mi primera facultad, acompañada de síndrome de pánico. Cuando empecé con la medicación el médico pidió que no me dejasen sola, ni con cuchillos u objetos cortantes o medicamentos a mano. El deprimido severo, cuando empieza la medicación y ya se va sintiendo mejor puede cometer suicidio.
Por tres veces estuve a punto de matarme. Dos de las veces lo dispuse todo, incluyendo una carta de despedida para mis padres, para tirarme desde piso undécimo.
En la otra fui más impulsiva y cogí el arma que mi padre mantenía en casa (el tenía un cargo en Justicia y podía portarla), la metí en la boca y esperé deshecha en llantos a que el valor para hacerlo llegase. Afortunadamente y, hoy lo creo así, por protección espiritual, el valor no vino.
Superé la dolencia con años de terapia, autoconocimiento y una conexión verdadera con Dios. El Dios en mí.
El suicidio es una manera de matar tu dolor. El dolor de la depresión, el dolor del inmenso vacío que te corroe por dentro de modo inexplicable. De hecho, nadie quiere morir, sino matar lo que hace daño, el mal, el Darth Vader dentro de sí. Ese dolor puede venir por varios motivos, pero al final no es más que eso: dolor.
El suicida no es egoísta ni tampoco está pensando sólo en sí mismo. El suicida no piensa. Lo racional se ha ido hace mucho tiempo cuando alguien atenta contra la propia vida. No existen hijos, ni padres, ni amor. El amor es cosa que alguien en esas condiciones no es capaz de alcanzar. Sólo quiere que aquello pase, aquella tortura, día tras día. Sólo necesitamos alivio.
Siendo así, como alguien que ha estado muy cerca de eso, y hablando de un lugar de cura que tardé años en encontrar, lo que él necesita no es que lo juzguen, sino que le ayuden.
Necesita ayuda para volver a encontrarse. Comprensión de su dolor, un dolor que por fortuna no todo el mundo va a tener que pasar. Una lucha interna entre el bien y el mal.
El verdadero suicida no avisa, no deja rastros. Sólo va y lo hace. Lo que necesitamos observar es la tristeza, la falta de disposición, el deseo de que todo termine pronto. Y ayudar a persona con enfermedades mentales, tal como ayudamos a alguien con cáncer o con cualquier otra enfermedad física.
Es dolor. Profundo dolor. Y merece respeto.
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