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Sueños Reveladores
por WebMaster
Autor Wilson Francisco
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Traducción de Teresa
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Desde hace tiempo Naildes tiene sueños que la dejan intrigada, y denuncian en ella lo que designo como “encuentros, desdoblamientos y revelaciones. Las personas que tienen sueños de ese tipo son sensitivas, médiums o reveladoras. Ella es evangélica y cumplidora de sus responsabilidades como madre, esposa y cristiana, como ellos se denominan.
Un día me informó acerca de algunos de sus sueños, le expliqué lo que significaban y afirmé: Tú eres Reveladora a través de Sueños. Se mostró admirada y me confidenció que luego de empezar a frecuentar la Iglesia el Pastor le informó: hermana, tú eres reveladora a través de sueños. En aquella época no le dio importancia a lo que le había dicho.
Le gustó saberlo, ¡y ahora se siente feliz por ser una Reveladora!
Esa facultad es importante porque ayuda y da respuestas, y por cierto, yo animo a los clientes a convertir el período de dormir en un proceso activo de acciones y soluciones.
Tú puedes dar comandos a tu alma y apelar a Dios antes de dormir. Desligado del cuerpo físico, tú, Espíritu, puedes en el mundo paralelo hacer mucho por ti mismo y por aquellos a quienes amas y, quién sabe, incluso llevar a cabo encuentros reconciliadores. ¡Haz la prueba!
Domini, cliente mío, trae una colaboración expresiva relatando su sueño. Dice: soñé que estaba con mi padre, mi madre y mis hermanas. Caminamos por una larga calle y llegamos ante un edificio gigantesco. El edificio tenía un portal de oro y muchas ventanas. Entramos y varios asistentes nos recibieron. Mi madre y mis hermanas fueron invitadas a ir para un ala y mi padre y yo fuimos invitados a ir a otro sector.
Andando por el edificio con mi padre, percibí tratarse de un hospital-escuela. Los asistentes me dijeron que yo debía acompañar a mi padre a la sección de diagnóstico espiritual, que era lo que él necesitaba en aquel momento.
Así lo hice y llegamos a un inmenso auditorio repleto de personas enfermas y sus acompañantes. En el local había un palco con una silla para el consultado y cinco sillas para los “médicos espirituales”.
Observé que cada consultado subía al palco y hablaba de su propia vida que acababa de terminar. Él tenía la libertad de hablar tanto de las cosas buenas como de las cosas malas que había hecho durante la vida. Los médicos escuchaban la declaración y daban el diagnóstico.
Me pareció un sistema estupendo, pues tanto los consultados como los acompañantes aprendían muchas cosas mientras esperaban a ser atendidos.
Escuché la historia de vida de diversas personas y, en suma, aprendí que la intolerancia y el orgullo nos llevan a vías sin salida, pues cuando adquirimos la consciencia de que debemos ser más tolerantes y menos orgullosos, ya que el reloj del tiempo puede dar la señal de partida para nosotros, vemos que en nuestra partida lo que nos acompaña es un corazón triste y vacío de amistades.
Estoy de acuerdo con Domini, llevar ese equipaje al entrar en el Mundo Espiritual no es muy interesante. ¡Es bueno echar un vistazo a lo que tienes en el corazón y la mente para no llevar sorpresas en el lado de allá!
Él sigue con el relato del sueño: permanecí esperando el turno de mi padre y a cada relato que él escuchaba, yo me daba cuenta de que se estaba asustando. Cuando le llegó el turno de hablar, uno de los “médicos” me pidió que esperase en una salita.
Obedecí, porque comprendí que era para que mi padre pudiese hablar con libertad de su vida. Esperé un tiempo sin cuenta. De pronto un asistente vino a buscarme y me dijo: ha llegado la hora. Volví al auditorio y oí que los “médicos” decían a mi padre que él aún estaba muy enfermo y necesitado de tratamiento. Mi padre tenía cara de estar decepcionado consigo mismo, y escuchó el diagnóstico sin quejarse ni protestar.
Uno de los asistentes nos acompañó fuera del auditorio y nos condujo a través de varios pasillos.
Cuando llegamos a una de las alas del hospital-escuela, él presentó a mi padre dos nuevos asistentes y le dijo que debía acompañarlos. Yo protesté pues no quería dejar a mi padre solo. El asistente pidió que me tranquilizase y me dijo que el tratamiento de mi padre iba a empezar y que yo no podría acompañarlo.
Además, dijo, yo tenía que preocuparme de mí mismo, pues todavía me quedaban tareas por realizar en el hospital-escuela. Ante esa información, me callé.
¡Ahora es tu turno!, dijo otro asistente. Fui, y él me acompañó y me dejó en un aula. Me sentía muy inseguro. Elegí un sitio cerca de la puerta. “Así será más fácil escapar si es preciso”, pensé.
Los profesores hablaron de diversos asuntos. La frase que me quedó en la memoria fue esta: vosotros, que tenéis condiciones y facultades especiales, debéis recordar los compromisos asumidos antes de reencarnar, para que podáis cumplirlos.
Como hablaron para la sala, la frase se aplicaba a cada uno de manera diferente. Yo levanté la mano y dije a los profesores:
“Tengo dificultad en recordar mis compromisos”. Ellos me oyeron y llamaron a un asistente. Éste me condujo a otra ala y fui a charlar con un orientador, diciéndole que quería hacer dos cursos.
El orientador me dijo que eso estaba permitido, pero yo tendría que elegir uno de ellos como principal y el otro como secundario, y además no dejar que el secundario estorbe al principal.
A esas alturas del sueño, me vino el despertar suave, dejándome en la memoria esos acontecimientos extraordinarios que os cuento con cariño y respeto.
Como se ve, la narrativa de Domini es expresiva y esclarecedora. Mi gratitud a él y mi invitación a todos para que se permitan experiencias de ese tipo.
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