El Falso Yo
por Elisabeth Cavalcante em STUM WORLDAtualizado em 23/01/2008 14:43:32
Traducción de Teresa - [email protected]
Todos los seres humanos nacen en estado de unidad. Pero a medida que el niño crece, el ego se fortalece y pasa a predominar sobre su verdadera naturaleza, el ser divino que ha encarnado en un cuerpo físico.
A partir de ahí empiezan a coexistir dentro de este ser dos yo: el falso y el verdadero. El falso tiene su utilidad para que él pueda ejercer un papel en el mundo material. Una personalidad exterior se hace necesaria para que podamos realizar las tareas inherentes a nuestra misión kármica.
La dualidad, que es inherente a este mundo y se manifiesta en opuestos como el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el placer y el dolor, está también interiorizada en nosotros. Cada ser encarnado tiene desafíos que enfrentar en su camino evolutivo; pese a ello, el potencial supremo, la realización total está allí, presente todo el tiempo.
El problema es que el ego, o falso yo, que se manifiesta a través de la mente y de sus diferentes expresiones, tales como los pensamientos, las emociones y las sensaciones, llega a ser de tal forma predominante, que olvidamos totalmente nuestro yo verdadero.
Pasamos entonces a creer plenamente que aquella máscara, que utilizamos en el día-a-día para afrontar las batallas del mundo exterior, constituye nuestro verdadero yo. El primer paso en el camino de la auto-transformación es ir hacia adentro, refugiarse en el mundo interior durante algunos minutos diariamente, pues este ejercicio nos tornará cada vez más conscientes de nuestro verdadero yo.
Solamente esa conciencia nos permitirá percibir cuándo el falso yo está actuando y cómo viene él dominándonos a lo largo de toda la vida. Cuanto más identificados con la mente permanezcamos, más creeremos que somos el falso yo que ella nos impone a través del orgullo, de la vanidad, del deseo de poder.
La mente es una herramienta muy útil cuando puesta a servicio de nuestro yo divino. Pero es extremadamente dañina cuando sirve apenas al falso yo, pues nos impide tener acceso a toda la riqueza que existe en nuestro interior.
Silenciar la mente y su torbellino de pensamientos y deseos es la única forma de convertirnos en agentes de nuestras vidas, y liberarnos de la esclavitud que la mente nos impone. Y para silenciarla no hay más que un camino: aquietarse y observar.
Al observar la mente, sin formar juicio alguno, simplemente percibiendo los innumerables pensamientos que pasan por ella a cada segundo, vamos arrojando luz sobre las falsas creencias que habitan nuestro interior y podemos, de ese modo, descubrir dónde se originan nuestros miedos y angustias, y toda la negatividad que nos impide vislumbrar la luz y la felicidad que se esconde en nosotros.
“Exprésate. La existencia es la expresión de Dios – en esto consiste la creatividad. Exprésate, y no extiendas tu condena a cosa alguna. No hay nada equivocado en ti; todo lo que es, es bello. Puede que algo necesite transformación, pero no está equivocado. No tiene que ser abandonado, sino transformado. Y la transformación tiene lugar a través de la disciplina; la disciplina viene a través de la meditación. Permanece más atento, observador. Pero no saques conclusiones, conclusiones previas.
...¿Cómo puedes observar si ya has sacado conclusiones?
...Un meditador tiene que estar absolutamente libre de prejuicios, sin ninguna conclusión. Tiene que ser un mero observador científico. Éste simplemente observa, anota lo que quiere que suceda en su mente. Observa, no deja que nada pase desapercibido, eso es todo. Toda la belleza de la observación es que cuanto carezca de sentido empieza a desaparecer por sí mismo y todo lo que tenga sentido empieza a crecer.
Tus energías comienzan a reunirse en torno a lo significativo y empiezan a abandonar lo no significativo. Entonces nace cierta disciplina, que no es impuesta por nadie desde el exterior... entonces lo que sea legítimo ocurrirá silenciosamente, exactamente como tu sombra. No hace ruido y no te da ego alguno. Cuando te vuelves más consciente, todo el ego desaparece. Te haces más y más humilde, más y más sencillo, más y más común. Y eso es divino, esa sencillez es sagrada. Pero la disciplina tiene que nacer en ti. Yo puedo comulgar contigo de mi comprensión, yo puedo compartir contigo mi experiencia, eso es todo; seguidamente te corresponde a ti decidir qué hacer y qué no hacer”.
Osho – Tao, el Portal Dorado.